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La voz que demandaba el control

“Despierta. Vamos, despierta.”

 

Levi se despertó de golpe, bañado en sudor frío y con ansiedad vibrando hasta sus huesos. Volteó a todos lados pero no vio a nadie. Respiró hondo y lo descartó como un sueño. Tomó su mochila, bajó las escaleras; en la cocina preparó un pan tostado y se dirigió a la escuela.

 

Caminando por la calle, no pudo evitar pensar en esa voz, un poco grave, un poco áspera y otro poco lúgubre. Intentaba reconocerla sin éxito. Normalmente eran las calles las que lo dejaban pasar desapercibido, esta vez fue él quien pasó sin darse cuenta. Estaba distraído, concentrado en algo sin importancia, el recuerdo lo tenía inquieto y aun así no podía dar más explicación que un sueño.

 

Ya en clase ocurrió el mismo problema, no era raro que nadie lo mirara pero sí era muy extraño que él no observara a nadie. Incluso, por primera vez el maestro le prestó atención.

 

-Sr. Levi, en las palabras de Aristóteles, ¿Cómo se distinguen las almas de los seres humanos a las de los animales? -Preguntó el profesor McCarty -¡¿Sr. Levi?!

 

-... ¿Puede repetir la pregunta? -Contestó Levi con timidez.

 

-¡Baje de su nube y ponga atención, si no le parece puede salir del salón! Está en la universidad, así que compórtese como tal.

 

La clase entera soltó una carcajada, Levi apenas los escuchó. El exterior era un lago turbio, estaba aletargado, era insensible a lo que sucedía a su alrededor.

 

-¡Levi! -Kali le gritó- Vamos, despierta…

 

“...Vamos, despierta.”

 

Asustado, giró la cabeza encontrando a Kali con cara de preocupación, mirándolo atentamente a los ojos.

 

-¿Qué pasa? Con esa pinta tu cabello negro no tardará en ponerse blanco. -Kali lo analizó de pies a cabeza- ¿Estás intentado rebelarte en contra de tu normalidad? ¿Buscas parecer Gótico o vas más para fantasma? Vamos, ya acéptalo, eres parte del promedio y así me gusta.

 


En otro momento, esas palabras habrían hecho que su corazón se acelerara, pero hoy ni siquiera la hermosa Kali lo sacaría de sí mismo. Su única amiga en la escuela, la mujer de la que se enamoró desde el primer día de clases. No entendía cómo ella, tan hermosa y vivaz, querría pasar tanto tiempo a su lado, siendo él tan ordinario. Hoy, sin embargo, Kali podría haberlo besado a la mitad del salón sin que él tuviera la menor exaltación.

 

Ella intentó animarlo varias veces, pero Levi solo daba mínimas respuestas. Toda esa atención sería un sueño hecho realidad, si tan solo él no se encontrara atrapado en una pesadilla de la que no podía salir. Kali no se separó de su lado hasta que llegaron a su casa.

 

-Oye, ¿Sabes cuántos hombres matarían por tenerme a la puerta de su casa? -dijo en tono coqueto.

 

-Lo siento Kali, no me siento bien. “¡¿Qué haces idiota?!” –Las palabras traicionaban su intención.- “¡Es lo que has estado esperando!” Nos vemos mañana, ¿vale?

 

Kali se alejó algo preocupada, y más que nada, llena de decepción; le había tomado mucho valor decirlo. De las opciones imaginables esa era la única en la que no había pensado. Siguió caminando desalentada. Levi se regañaba mentalmente mientras su cuerpo se movía a través de la casa como zombie, terminó  tirado en su cama viendo al techo.

 

Él quería correr tras Kali, decirle lo mucho que le gustaba y besarla. No obstante, su cuerpo le saboteaba todo intento. Se concentró con toda su furia, levantó un brazo con mucho esfuerzo y éste colapsó sobre su rostro, dejándolo adolorido y avergonzado. ¡Nada lo detendría, HOY NO! Sacó una pierna de la cama seguida por la otra, se levantó sonriendo con picardía, su cara azotó contra el suelo.

 

-¡Auch!- Para su sorpresa, ya podía mover todo el cuerpo. Excepto por algunos lugares adoloridos y el orgullo herido, todo se sentía normal. Se incorporó tan rápido como pudo, cogió la perilla dispuesto a perseguir a Kali, pero ya era de noche. Demasiado tarde, había perdido su oportunidad, lo único que le quedaba era ardor en la cara. Si en algo destacaba Levi, eran en poner excusas.

 

“Idiota”

 


La voz no marcaba diferencia, se había acobardado y la vergüenza lo obligó a pegar su rostro contra la almohada. Se torturó durante horas, reprochándose por no haber tenido el valor. Si la autocompasión fuera un deporte, Levi tendría la medalla de oro. Se colgó de un árbol imaginario, pero la rama se quebró. Cuando por fin terminó de castigarse, estaba demasiado cansado para preguntarse qué le estaba sucediendo a su cuerpo.

 

De repente Levi estaba corriendo por un bosque, huyendo desesperado, sin saber que lo acechaba. Aun cuando tomó conciencia de lo que hacía, no pudo dejar ir esa sensación de que debía correr.

 

-“¿Dónde estoy?”- Se preguntó con pensamientos temerosos -¿Qué es este lugar?”

 

Una luz lo cegó, pestañeó un par de veces, tomó unos segundos para que sus ojos se acostumbraran. Ante él estaba un hermoso claro; lo tranquilizaba, se sentía en casa. Se recargó en una enorme piedra junto a un árbol que parecía pequeño en comparación con el resto, más grueso, de forma irregular, casi artística. Respiraba agitado sin sentir cansancio. No era un lugar normal, eso quedaba claro, aquí las reglas ordinarias no aplicaban. Confundido recolectó sus pensamientos. Todo a su alrededor era ese fantástico bosque por el que había corrido. No reconocía el lugar y aun así lo sentía tan familiar como sus brazos o piernas.

 

-Por fin has llegado.

 

Una oración tan sencilla y a la vez tan llena de amenazas, lo atravesó como una lanza en trayectoria; un terror inexplicable lo recorrió de pies a cabeza, dejándole la piel acartonada, fría. Giró alrededor del claro pero no pudo ver nada.

 

-Detrás de ti, idiota.

 

Encima de la piedra encontró una extraña criatura de color verde, parecía un duendecillo, con orejas puntiagudas y colmillos afilados. Sonreía con entusiasmo mientras miraba a Levi con ojos grandes, amarillos, profundos como los de un gato. Tenía un pequeño gorro decorado con una pluma roja, al estilo Robin Hood. Sus ropas parecían medievales, de cuero con lana. Pequeño, verde y rabioso, casi cómico, pero daba un aire de seriedad que impedía reírse de él.

 

“Bueno ya basta de descripciones” -¿No tenías un par de preguntas? ¿O te vas a quedar con la boca abierta toda la noche?

 

-¿Quién eres?- ¿De qué hablaba el duendecillo? Claramente era de día.

 

-No esa no, esa va después. Tu querías saber dónde estás y qué es este lugar.- El duendecillo imitaba en tono burlón la voz de Levi.

 

Un escalofrío le recorrió toda la columna.

 

-No le des vueltas, te vas a hacer daño. Lo explicaré de forma simple. Estamos en tu mente, estás soñando y este lugar es la representación de tu ser. Créeme, yo estoy igual de sorprendido que tú, ¿Cómo alguien tan promedio tiene un lugar tan lleno de vida como éste? ¡Qué desperdicio! Yo esperaba algo más común, no sé, como tu pequeño cuarto lleno de fotos de tus “papis”. Supongo que es cierto, no puedes juzgar un libro… A cada palabra parecía volverse más y más agresivo…

 

“No empieces de nuevo ¿No ves que estamos hablando?” -En cuanto a la otra pregunta, te la respondo después, cuando me den ganas. Además, ya es hora de que te levantes. No voy a perder todo mi tiempo explicándote lo que pronto olvidarás.

 

-Pero…

 

Con un brinco, el duendecillo tomó a Levi por la cara, recargando su patas sobre los hombros del muchacho y abrió la boca como si fuera a devorar su cabeza de un bocado. Levi se levantó de golpe, bañado en sudor frío y recordando muy poco de lo sucedido. Nunca se había sentido más aterrado, sin embargo no podía entender por qué, se levantó dispuesto a bañarse, el día anterior quedó tan agotado que no había hecho nada.

 

“Buena suerte” -Una risita rebotaba en la mente de Levi.

 

Al escucharlo empezó a temblar, la malévola criatura a punto de devorarle la cara brotó en su mente. Salió tan pronto como pudo de su casa; caminando a un paso veloz, intentando huir de aquella cosa. Cada vez que empezaba a tranquilizarse, la risita volvía como una vibración vaga en su cabeza. Para cuando llegó a la escuela, le pesaba el cansancio, pero la paranoia lo mantenía firme. En vez de dirigirse a clase decidió ir a la biblioteca de la escuela, con la esperanza de encontrar alguna información útil. Buscó libros de trastornos psicológicos, enfermedades mentales, cáncer, todo aquello que diera una explicación racional. Pasó horas leyendo. Llegó a la conclusión de que debía estar sufriendo esquizofrenia o algún trastorno de la personalidad.

 


Inseguro de qué lo atemorizaba más, si la voz en su cabeza o el conocimiento de que se estaba volviendo loco, meditó durante un rato ¿Debía pretender que no sucedía nada? No, esa no era la opción ¿Buscar a algún psicólogo o psiquiatra?

 

-¡Levi, ¿Por qué no has ido a clases?!- Kali le gritaba del otro lado de la biblioteca.

 

-Shhh- Le respondieron todos los presentes.

 

-Perdón- Cogió a Levi por el brazo jalándolo hacia afuera. -Ricardo me dijo que te vio leyendo un cerro de libros ¿Qué diablos haces? Primero, ayer estas en otro mundo y hoy te desapareces para…- Kali respiró profundo para calmarse -¿Bueno, qué leías?

 

-Kali, lo siento- Indeciso de si debía decir algo. Lo mataba pensar que Kali lo juzgaría, pero ella era la única en quien podía confiar. “Kali, creo que me estoy volviendo loco, una voz habla en mi cabeza” -Pero él no emitía sonido alguno- “¡Kali, Kali!”

 

“Idiota, ¿Crees que te voy a dejar mandarnos al manicomio? Si tu no valoras lo que tienes, yo te voy a mostrar que tan divertido puede ser.”

 

-No era mi intención preocuparte, solo quería despejar mi mente y adelantar algunos proyectos- Decía el duendecillo con la voz de Levi.

 

“¡¿Qué haces?!” Gritaba Levi dentro de sí con desesperación.

 

-¿Te importaría ir conmigo por un café? La verdad es que ayer fui un idiota contigo, me gustaría disculparme.- Era aterrador escuchar su voz con las palabras de alguien más.

 

“¡Kali, no lo escuches! ¡No soy yo! ¡Por favor!” Aullaba Levi sin poder transmitir los pensamientos a su garganta.

 

-No hace falta que me invites nada, te perdono. Bueno... si tú pagas, no desperdiciaré la oportunidad.- Contestó, un poco sonrojada.

 

“Tal vez no sea tan malo dejarlo ayudarme un poco” Pensó Levi.

 

“Claro, tú deja que yo te ayude y verás cómo salen las cosas.”

 

Levi no sabía qué hacer, durante dos años intentó juntar el valor para invitar a Kali sin éxito alguno. Un par de veces creyó ser capaz, pero las palabras se le trabaron. “Tal vez podría ser algo bueno. No pasa nada si espero un día o dos. Podría ser que me equivoqué con él.” Sin embargo, algo en su interior seguía gritando que lo detuviera. Fue completamente inútil, el anhelo de ver su sueño cumplido era más importante.

 

-¿Ya me vas a decir qué pasa contigo?- Le decía Kali mientras bebía su café.

 

-¿La verdad? me quedé pensando en lo que me dijiste ayer. Sí, soy afortunado, pero no por tenerte en la puerta de mi casa, mas bien por poder pasar tanto tiempo contigo.- Para sorpresa de Levi, esas palabras sin ser suyas, eran exactamente lo que sentía.

 

-No juegues conmigo.- Kali se transformaba en una niña tímida.

 

-No sé por qué me ha tomado tanto tiempo decírtelo. No he valorado lo importante que eres en mi vida.- Lentamente Levi veía su cuerpo moverse, acercándose para besar a Kali ¡Ella correspondía!

 

Lo iba a lograr, el corazón se le aceleró. Al momento que sus labios se enredaron... ¡Él no sentía nada! Su sueño hecho realidad, a manos de otro y para el colmo no podía sentir ¡NADA!

 

“¡Maldito demonio regrésame mi cuerpo! ¡Ese beso es mío!” Demandó lleno de ira.

 

“Al parecer no eres tan tonto, algo has aprendido hoy. Vete a dormir, que tengo asuntos pendientes con esta belleza.”

 

El coraje abarcaba toda su mente, el odio se mezcló con un instinto asesino que nunca había experimentado. Superando el control del Duende, la mano de Levi comenzó a brincar errática.

 

“¡Que te duermas!”

 

La visión comenzaba a tornarse borrosa, el cansancio lo invadió despacio, todo pensamiento fue desapareciendo, su rabia sustituida por la nada. Todo era obscuro y apenas unos pensamientos brotaban de vez en cuando, mas ninguno se aferraba a él. Flotaba perdido en el vacío.

 


Perezosamente fue abriendo los ojos, pesaban como un par de yunques; le dolía la cabeza, ni la peor resaca era comparable. No recordaba nada. Su nombre, su pasado, cómo había llegado ahí, eran respuestas a su alcance y aunque se estirara para alcanzarlas, era como intentar tocar su reflejo. Pestañeó un par de veces, intentó recordar. El dolor iba incrementando y al soltar el esfuerzo, más cosas se esfumaban, sus sentidos, las ganas de despertar, la migraña. “Debería dejarlo ir, se siente bien no tener preocupaciones.”

 

“Así es, déjate ir” Un suave susurro, dulzura artificial.

 

De pronto una rabia intensa irrumpió en su ser, aferrándose al sentimiento, todas las memorias fluyeron a velocidad extraordinaria. Conforme más recordaba, más se enfurecía, el dolor era irrelevante. Solo podía pensar en destrozarlo ¿Destrozar a quién? ¿Quién? ¿Qué?

 

-Levi, no sé qué te ha pasado. Me da gusto estar contigo pero no entiendo qué sucede.

 

Reconocía a esa persona. Kali... ¿Quién es? Kali, ¡Kali! Lo recobró todo. El coraje lo motivaba, la desesperación rompía las cadenas invisibles; con una explosión de rabia abandonó la nada. De golpe apareció en el claro, justo encima de la piedra donde encontró al duendecillo. El bosque, en su entorno. Algo no estaba bien, apenas había dos filas de árboles alrededor y todo lo demás era obscuro, con destellos rojos. Se levantó, decidido a encontrar una salida. Afuera del claro ya no había bosque, solo edificios retorcidos, el suelo era tan negro como la noche, con un brillo de luz escarlata resaltando las sombras del lugar. Ese mundo bizarro estaba vivo, respiraba, se torcía más y más. A sus pies, los bordes en contacto con el bosque devoraban todo a pequeñas mordidas. Ver eso lo derrumbó, como si alguien le cortara un brazo ante sus ojos.

 

Congelado como una estatua comenzó a dejarse ir, abandonando toda esperanza. Únicamente una sensación fría lo acompañaba, meciéndolo. El viento cargaba una voz familiar, una braza de calor, suficiente para que querer luchar de nuevo. Recargó toda su atención en esa luz.

 

-Llevamos un mes saliendo y entre más tiempo pasa, más te alejas de ser la persona de quien me enamoré.- Kali, claro que tenía que ser ella.

 

“Espera ¿Un mes? ¡Llevo un mes saliendo con Kali!” Su corazón se llenó de júbilo. Mas no era cierto “Ese monstruo… ¡LLEVA UN MES CON MI CUERPO!”

 

-De verdad no sé de qué hablas. Solo me di cuenta de que no quiero pasar el resto de mi existencia perdiendo el tiempo. Quiero vivir al máximo.- Era la voz de Levi,  palabras del duendecillo.

 

-¿Y por eso andas viendo a todas las mujeres que te pasan enfrente? Pareces un depredador- Dijo Kali irritada. -Te estás convirtiendo en un patán...

 

“¡Regrésame mi cuerpo! ¡AHORA!” La fuerza de Levi crecía con cada sílaba.

 

-¿Te estás burlando de mí?- Kali levantó su tono.

 

El ojo derecho de Levi comenzaba a abrirse y cerrarse sin el control del Duendecillo. Su boca se movía pero las palabras se le atoraban en la garganta, lo único que podía pronunciar era un extraño gruñido.

 

-¡Suficiente, si esto es un juego para ti, puedes jugarlo solo!- Kali se alejó sin voltear atrás.

 

“¡No Kali, no te vayas!” Los gruñidos se volvieron más intensos. La voz de Levi combatía contra la del duende.

 

“Ya cállate, idiota. Este cuerpo es mío. Si no te hubieras despertado ya te habría digerido.”

 

“Ya veremos quien se deshace de quien.” Con la intensidad de su odio, Levi tomó control del brazo izquierdo. Le costaba dirigirlo como quería, pero logró hacerlo dar un brinco blando y el puño cerrado chocó contra la barbilla.

 

Un gemido de dolor resonó en la cabeza que ambos ocupaban. Muy satisfecho, Levi sintió como su imagen interna sonreía ante el dolor del duendecillo.

 

“Me tomaste desprevenido, inténtalo nuevamente y verás qué sucede.” La voz se tornaba más malévola.

 

Ya en completo control de la extremidad, Levi levantó el brazo sobre su cabeza y golpeó su estómago. Se le doblaron las rodillas; la exclamación de dolor no era del duende, si no suya. Él y sólo él había sentido todo el impacto. El extraño ser se retorcía de risa. El brazo derecho comenzó el contraataque, moviéndose con gran agilidad, causándole dolor a Levi por todo el cuerpo, pellizcos, cachetadas y codazos. Parecía marioneta con los hilos enredados.

 

Quería su cuerpo de vuelta, pero lo único obtenido era la terrible capacidad de sentir. Hasta el pelo le dolía, goteaba sangre por todos lados. Justo cuando recobró aliento, el duendecillo comenzó a estrangularlo en medio de un estacionamiento. La gente al verlo, corría para evitarlo. Mientras tanto su propia mano estaba robándole la vida.

 

Por más que le doliera, por desesperado que se sentía, no se iba a rendir. Ese era su cuerpo. El duendecillo tomó un descanso de la tortura. El cuerpo se desplomó junto a un auto, respirando aceleradamente.

 

“Ves, no tiene caso. Hagas lo que hagas yo terminaré con el control de tu vida, solo estás alargando tu sufrimiento. Déjate ir, te prometo que la cuidaré bien, además, tú nunca la valoraste.

 

Levi se adentró en su mente, refugiándose en el claro. No existía otro lugar seguro. Recuperó el aliento, alimentaba su coraje con el odio, su voluntad con recuerdos de Kali. A veces combinando los dos, pensando en el duendecillo tocando a Kali con manos ajenas. El coraje lo levantó, inspirado por su amor. Para su sorpresa, dentro de su mente nada le dolía. Dominaba todo su ser. Entonces se le ocurrió. Estiró sus brazos más allá del cielo, imaginando al duendecillo tal como lo había visto la primera vez. Lo tomó por los hombros y lo bajó hasta tenerlo de frente. Mientras tanto en la realidad, el cuerpo flácido de Levi impactó contra el pavimento.

 

Frente a frente los dos se contemplaron, esperando a que el otro atacara. Dos depredadores peleando por la misma presa. La tensión era tangible, el odio chisporroteaba por los ojos de ambos. El pequeño duendecillo enseñaba los dientes como una rata desesperada.

 

“Rata tu abuela, ¡ya verás! cuando termine con este, seguirás tú.”

 

         De un brinco, el retorcido ser se abalanzó sobre Levi.

 

“¿Ahora retorcido? No me retes.”

 

Levi instintivamente se encogió, protegiéndose con el brazo. De repente un escudo apareció. La cara del duende impactó de lleno contra la defensa. Quedando aún más RETORCIDO. Levi sonrió al darse cuenta de lo sucedido. Cerró los ojos por un segundo, y concentrándose, una espada apareció en su mano derecha. Dispuesto a matar, la levantó por encima de sus hombros. El duendecillo tembló con un escalofrío, por primera vez no estaba seguro de ganar. Al momento en que Levi lanzaba su ataque, la criatura recobró la compostura, extendió los brazos y dos dagas aparecieron en sus manos. Bloqueó la espada de Levi, aventándolo hacia atrás. El duende tenía el control, Levi estaba a la defensiva. Cada ataque parecía tener más peso. Esto duró poco, el muchacho logró entender que no era cuestión de fuerza o habilidad, se trataba de voluntad.

 

-¡Solo eres una alucinación de mi mente, yo tengo poder sobre ti! ¡Eres parte de mí!- Las palabras de Levi cargaban poder.

Atacó nuevamente con gran destreza y logró lastimar al duende en el costado. Una de las garras verdes soltó la daga, cubriéndose la herida. Tenía los ojos inyectados de sangre, su presencia se volvió más imponente, tanto que parecía crecer como un gigante. Algo había detonado un aura de muerte, el instinto de Levi pedía a gritos que escapara. El monstruillo ya no tenía nada pícaro.

 

-¡Maldito ser inferior, ¿crees que soy una alucinación?! ¡Detesto a los humanos, su ciencia, creen que es la única verdad! ¡Hubo un tiempo en que bastaba vernos para que rogaran por su vida, se ponían de rodillas suplicando!- Su presencia hacía retumbar aquél lugar. -Crees que me puedes controlar... ¡Pero yo soy más viejo que el tiempo! ¡Soy un Djinn, alabado como un dios en el pasado! ¡Si quiero tu cuerpo, lo tomaré!”

 

         Levi se percató de lo ignorante que era, la seguridad que sentía fue desapareciendo, debilitándose cada vez más. Un ataque al que apenas pudo reaccionar, quebró su espada en dos.

 

-¿Lo ves, ingenuo? No hay nada que puedas hacer ante mi poder. No eres nada, he derrotado a hombres con más valor que tú.

 

         Agobiado por la desesperación, se le nubló la vista. El Djinn atacaba despiadadamente y Levi tenía menos de media hoja de la espada. Cansado, empezó a bloquear con el escudo, a pesar de que obstruía más su visión. Impacto tras impacto, el ser destruía la voluntad del chico. Hasta que por fin, con un último ataque, destrozó el escudo en miles de pedazos que se desintegraron junto con los fragmentos restantes de su fuerza. Su brazo estaba en alto, deteniendo la daga, incrustada hasta el hueso, arrodillado escudriñaba su mente por una última esperanza. El dolor iba más allá de la herida, como si la daga le estuviera perforando el corazón.

El Djinn mantenía la presión sobre el brazo de Levi; levantó la otra mano, invocando una nueva daga. El chico se aferró para el último impacto, aquél que le quitaría la vida. Sintió unas gotas frías en la cara. El dolor lo alcanzaría pronto... Parecía una tortura del universo, alentando al tiempo para alargar el sufrimiento.

 

¡Kali! ¿Qué haría ese demonio con ella? No era momento de rendirse, tenía que derrotarlo a costa de todo. Su vista regresó súbitamente, para su sorpresa, la sangre venía de la daga que el duendecillo tenía en la mano. Levi lo recordó, el duende estaba herido. Observó con atención si el corte seguía ahí. El poderoso Djinn parecía agotado, el esfuerzo de ese último asalto era todo lo que le quedaba al demonio. Levi logró ver con claridad. Recobrando toda su fuerza, levantó su mano libre y detuvo el encuentro a la mitad.

 

-Esta es mi mente, ¡Mi universo! Aquí eres lo que yo quiera, duendecillo. No me importa que te creas, aquí yo tengo todo el poder.- Levi irradiaba luz.

 

La presencia del Djinn se hacía cada vez más insignificante. Levi recuperaba vitalidad con rapidez. Extendió sus brazos por encima de su cabeza, una espada con bordes dorados, radiante, apareció por arte de magia. Esa arma era un reflejo de todo lo mejor que había en él. La horrenda criatura se distorsionó ante el terror. Incluso el chico sintió compasión por esa patética imagen. De pronto el Djinn atacó a Levi con su daga, perforándole el abdomen. El chico permaneció firme. Decidido, impuso toda su voluntad en un último ataque, atravesando al duendecillo. La espada desapareció, petrificando al demonio lentamente.

 

Con un respiro profundo Levi soltó toda la tensión, aliviado. Esa experiencia logró dejarlo con un nuevo sentido de seguridad. Solo quedaba arreglar las cosas con Kali. Para eso debía despertar. A su alrededor, el bosque comenzaba a recobrar el aspecto de paraíso. Las horrendas edificaciones eran reemplazadas por árboles más grandes y fuertes que antes. Se permitió calmarse con toda esa nueva paz. Le tomó unos minutos estar listo para regresar a la realidad. Cerró los ojos.

 

Escuchaba la voz de Kali que lo llamaba con ternura. No lograba entender lo que decía pero eso no importó, bastaba con su presencia. Abrió los ojos y encontró sus brazos inmóviles alrededor de su cintura.

 

-Levi, vas a estar bien. Aquí te podrán ayudar. Vendré a verte cuando pueda. Por favor recupérate.- Kali contenía las ganas de llorar haciendo su tono tan dulce como le era posible.

 

El chico estaba en un cuarto blanco, con paredes acolchonadas. Lo que ataba sus brazos era una camisa de fuerza. Las heridas de la golpiza que se auto impuso habían sanado. Estuvo dentro de su mente más tiempo del que podía imaginar. Miró a Kali abandonar la pequeña ventana del centro de la puerta. Levi se levantó a trompicones. 

-¡Kali, Kali! ¡Kali, ya lo derroté, ya no pasará nunca más!- Gritó durante horas, nadie le respondió.


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