Después del descubrimiento del fuego, las familias solían reunirse alrededor de este, sobretodo cuando los cazadores regresaban a casa con historias de aventura y bestias increibles. Pero para el pequeño Pokto estas historias era más que un momento de entretenimiento, lo maravillaban y despertaban algo en lo más profundo de su ser. Se podría decir que Pokto vivía en una aldea, aunque ese concepto no existía todavía, una serie de cavernas funcionaban como hogar para diferentes familias de cavernícolas. En el caso de Pokto su familia era pequeña, solo su madre, padre y él en un pequeña caverna. La madre se dedicaba a recolectar frutos, cuidar la cueva y criar al pequeño. El padre salía con los hombres del grupo para cazar, por lo general solían regresar después de tres o cuatro días, pero a veces debían rastrear animales durante semanas antes de encontrar algo que llevar a casa.
Pokto, las actividades de Pokto eran limitadas, ayudar a su madre de vez en cuando, jugar con los demás niños del grupo, fingir que era un cazador recreando las aventuras de su padre y esperando con los ojos clavados a la abertura de la cueva para escuchar una nueva historia. En cuanto regresaba su padre, poco lo atosigaba para que empezara a relatarle la nueva experiencia, el padre solía ceder con facilidad, siempre y cuando lo dejara sentarse primero en su piedra favorita frente al fuego. La palabra no era algo que se conociera todavía así que su peludo padre utilizaba una serie de graznidos y sonidos para relatar lo sucedido, pero sobretodo movía las manos imitando a las bestias o creando el ambiente, entre más emocionante se convertía la historia más exagerados se volvían los gestos del padre. Sin duda, en cuanto al pequeño grupo, el padre de Pokto estaba entre los mejores grazna cuentos. En respuesta Pokto solía responder con “os”, “us” y los “as” los reservaba para los momentos más peligrosos. Al terminar la historia tanto el padre como el hijo terminaban agotados, generalmente el padre se quedaba dormido en su piedra, mientras que Pokto se hacía ovillo a su lado.
Por la mañana el padre salia a reunirse con los demás hombres del grupo, Pokto se levantaba lleno de energía por la novedad de la historia y si su madre se distraía este salió corriendo a repetir la historia con sus amigos, pero si la madre lo podría evitar, se lo llevaba a que la ayudara. Aunque por lo general resultaba más una distracción que ayudar, ya que el pequeño se la pasaba saltando y graznando con tanta energía. Por la noche, cuando el padre regresaba a la cueva, Pokto lo jalaba de los brazos para que se sentara y le contara la historia de nuevo, o en caso de que no hubiera sido tan buena, insistia por repetir alguna de las anteriores. Así repetían la rutina hasta que el padre tuviera que salir nuevamente de cacería.
Hubo una ocasión en que su padre regresó un poco mal herido. Pokto insistió en que le contara la historia, sin darse cuenta que su padre sangraba, pero como su padre sabía que no era nada grave decidió darle gusto, se sentó en su piedra recargándose en la pared y dejando la huella de su palma en la caverna. En ese momento, nadie le dio importancia, menos aún con la historia tan emocionante que trajo su padre para esa vez.
Al padre de Pokto le tomó un poco de tiempo recuperarse, aunque el pequeño no entendía muy bien lo que sucedía, estuvo contento de pasar tiempo con su padre. La madre se encontraba un poco agobiada por la hiperactividad del pequeño mientras su esposo se recuperaba. Pasaron un par de días y el padre estaba como nuevo. El invierno se acercaba y tendrían que cazar más de lo acostumbrado, por la mañana el padre salió antes de que Pokto se levantara. Al despertarse el pequeño estaba más inquieto de lo usual, solo habían pasado tres días, pero ya se había acostumbrado a estar con su padre todo el día, sin embargo pronto regreso a su rutina y fue como si nada hubiera pasado.
La cacería se alargó y para Pokto los días parecían años, tal vez sería la herida de su padre, ya que el pequeño nunca lo había visto sangrar, pero se sentía intranquilo. Por las noches recordaba las historias de su padre, recordando cada detalle con la mayor precisión posible. Repetía el proceso día tras día, lo cual lo tranquilizaba, hasta que una noche se dio cuenta que empezaba a olvidar detalles. Esto lo dejo sin dormir durante días, se la pasaba todo el tiempo fijando las historias a su memoria, sin embargo eran demasiadas y cada vez perdía algo más de ellas. Pero cuando más desesperado se sentía encontró la respuesta en la pared de la caverna, la huella de su padre permanecía tal y como la había plasmado ese día. El pequeño salió a hurtadillas de la cueva, recogió un montón de lodo que llevó a la cueva.
Unos gritos despertaron al pequeño, su madre se encontraba enfurecida y un poco asustada, brincaba y graznaba por toda la cuerna. Pokto no entendía el problema, él solo contemplaba lo que había logrado con sus propias manos, cada una de las criaturas que su padre le había contada se encontraban plasmadas en la caverna. Sin embargo la madre no entendía lo que había sucedido, ella se había ido a dormir con una cueva limpia y al despertar todo su alrededor había sido cubierto criaturas de lodo. Pokto la ignoró y siguió con su proyecto, la madre todavía escandalizada se calmó al instante al comprender la causa, al principio molesta y dispuesta a regañar al pequeño, pero después se dio cuenta de que había algo hipnótico de como Pokto trazaba formas y líneas en la pared. Lo dejo seguir sin decir nada.
Pokto paso días enteros pasando su imaginación a las paredes de la cueva, cuando por fin se sintió satisfecho por lo que había logrado salió a jugar con sus amigos. A la hora de regresar, traía arrastrando a su mejor amigo, el cual graznaba para que lo dejaran ir a su casa, pero Pokto era un niño necio y quería compartir su creación. Sin embargo al entrar en la cueva, ya no había nada, todo desapareció, el pequeño soltó a su amigo que salió corriendo como una presa que logra escapar de su atacante. El pequeño corrió hacia su madre, haciendo un escándalo que esta no entendía. Ella había limpiado la cueva, ya que para ella esas figuras no tenían más que una importancia pasajera. Después de mucho berrinche, Pokto entendió que no lograria nada, se fue a dormir y dejo que pasaran los días sin moverse. Había perdido las ganas de hacer algo. Sin embargo nuevamente la huella lo despertó del berrinche. Si su madre había limpiado la cueva ¿Por qué seguía ahí la huella? La respuesta, aunque aterradora, lo puso en movimiento. Con mucho cuidado salió de la cueva decidido a dejar sus creaciones en la cueva por toda la eternidad.
A su regreso, la madre seguía dormida, se sentó frente a la pared. Levantó la piedra afilada, que encontró afuera, por encima de su cabeza, abrió la palma de su mano y con toda la seguridad atacó… la madre lo tomó por la muñeca, haciéndolo soltar la piedra. Lo regaño y castigo. Pokto frustrado se fue a dormir, pero esta vez no se deprimió, estaba decidido aunque no planeaba sufrir el coraje de su madre nuevamente.
Invirtió todo su tiempo en buscar algo que no se borrara de las paredes, utilizo piedras las cuales dejaban marcado el surco, sin embargo a menos que lo hiciera durante mucho tiempo no resaltan, frutas que daban colores interesantes pero no duraban, carbón el cual resaltaba de inmediato con los tonos rojizos de la cueva, pero igual desaparecía rápidamente. Una frustración que nunca habia sentido lo agobiaba, tomo todas las cosas y las arrojo contra la pared, una por una haciendo un gran desastre. Al terminar el berrinche termino tan agotado que se fue de la cueva. Paseo por los alrededores, sin un camino fijo. Antes de que se diera cuenta, ya era de noche, asustado más por el coraje de su madre que por la obscuridad regreso corriendo.
Al llegar encontró a su madre limpiando con gran esfuerzo el desastre que habia hecho, al ver a su hijo inmediatamente lo llamó para que le ayudara, amenazando con un castigo si no lo hacia. Un poco culposo Pokto se dispuso a ayudar a limpiar la cueva. Entre más limpiaba más se alegraba, el trabajo que les costaba hizo que el pequeños se diera cuenta que la solucion estaba en combinar sus intentos. Comenzó a brincar por toda la cueva, lleno de energía y colmando la paciencia de su madre. A regañadientes acabo de limpiar la cueva, pero con la ilusion del proyecto que lo esperaban esas paredes recien pintadas.
Cuatro días despues llego el padre de Pokto, agotado pero listo para contarle a su hijo la gran aventura que habia vivido. Entro a la cueva solo para ser atacado por una serie de emociones, primero el terror de ver a las criaturas que atacaban las paredes, despues enojado al darse cuenta que no eran más que figuras plasmadas y justo cuando se disponia a regañar al pequeño que seguia pintando esas aterradoras bestias, un orgullo como nunca lo habia sentido le lleno el corazón. Al fijarse con más cuidado se dio cuenta que Pokto no solo habia representado a esas criaturas, si no que tambien lo habia representado a el. Cargo a su hijo y lo abrazo tan fuerte como pudo, para despues salir corriendo. Arrastro a todo el cuevernario. Con el pecho bien en alto les mostro la obra que habia hecho su hijo. Algunos los invadio el temor, a otros se sintieron maravillados, unos cuantos sintieron envidia, pero todos lo admiraron con gran atención. Desde ese momento Pokto se encargo de dar vida a las historias de cuevernario.
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