La noche tenia un sabor amargo, las nubes opacaban el reflejo de la luna y las calles cubiertas en silencio. En toda su vida Elari nunca había conocido esa sensación, el cuerpo le incomodaban, el pensamiento le aceleraba el corazón y sus padres no habían regresado a casa. La nodriza, quién siempre la reconfortaba, con algún comentario ácido, se encontraba fuera, además los empleados de la casa habían desaparecido después de la tragedia. Por primera vez su hogar se sentía como un edificio. La joven decidió ir a buscar a sus padres, después de todo, el doctor no vivía tan lejos y ella podría correr todo el camino, ya era una mujer y no necesitaba estar acompañada siempre que saliera a la calle. Se asomo por la ventana, encontró la oscuridad de la calle, los mercados cerrados, la poca luz de las ventanas era a penas perceptible y el susurro del viendo le silbo en el oído. Elari regreso a su cama aterrada.
Cerro los ojos, respiró hondo y exhaló, con cada repetición sus latidos fueron bajando la intensidad. Elari no estaba acostumbrada a tener miedo, siempre acompañada al salir de casa, incluso en el bosque ella se sentía a salvo, protegida por algún miembro de su hogar, pero la calle ese día era distinto y la calle parecía una jungla. La soledad y el silencio le calaban los huesos. Brinco fuera de la cama y se asomo por la ventana una vez más. Esta vez cerro los ojos e imagino un día normal, con la gente caminando, los vendedores gritando para llamar la atención y la luz del sol acariciando su rostro, abrió los ojos para encontrarse con el mismo lugar frió y oscuro, mas ahora sintió paz, todo se veía familiar. Lista, bajo las escaleras abrió la puerta… Alguien la empujo hacia adentro tan rápido que no tuvo tiempo de hablar.
─Chiquilla tonta ¿A dónde crees que vas?─ La regaño la nodriza. ─Toma tus cosas, nos vamos de aquí.
Elari todavía acelerada por la sorpresa se quedo quieta. La nodriza resoplo y subió al cuarto de la joven. El sonido de puertas abriéndose, cerrándose, murmullos de la nodriza y un golpe en el baúl hicieron que Elari reaccionara. Esta subió corriendo por las escaleras. Sobre su cama un montón de ropa, a un costado, la nodriza descartaba cosas de mal humor y metía cuanto le parecía bueno en su tachil: envoltorio de tela que se cargaba sobre los hombros o amarraba al caballo cuando uno tenia que hacer viajes largos. Elari corrió hasta la nodriza y la bloqueo con una mano.
─¿A dónde vamos?─ Le reclamó.
─No hagas preguntas, no tenemos tiempo, tenemos que irnos de la ciudad.─ Dijo la nodriza mientras la empujaba a un lado para entrar al cuarto de los padres.
─¿Mis papás?─ Menciono mientras la seguía de un lado a otro.
La nodriza escudriñaba por todos lados, sacando las cosas más valiosas que encontraba. Elari, dudo por un instante “Será que les paso algo a mis padres” para después llegar a otra conclusión “Nos esta robando”. Una vez más se interpuso entre la mujer y su botín.
─¿Cómo te atreves a robarnos?─ Exclamó ─Después de tantos años, de ser familia.
─No seas ingenua, no estoy robando a nadie, esto es para ti y si tus padres supieran lo que te espera, ellos mismos nos lo darían.─ Sin una pisca duda siguió escarbando por cosas de valor.
La joven se impuso con más fuerza y tomo a la mujer por el brazo. Esta se exaspero y la empujo con fuerza para liberarse.
─¡No tengo tiempo para esto! Escucha bien, si no nos vamos esta noche, el Resplandor vendrá por ti, eliminaran a tus padres y después te utilizaran en rituales durante siete días y siete noches, en los cuales te causaran tanto dolor que querrás morir, pero si algo saben, es como conservar una vida en las peores condiciones ¡Elige niña, porque yo estoy dejando todo por ti!─ La nodriza ya desesperada empaco todo lo que cupo en el tachil y tiro al suelo el resto.
Hasta ese momento Elari no se había fijado realmente en la nodriza, la cual, era joven para esa ocupación, pero no tanto como para moverse con esa velocidad. Su piel era apiñonada por el sol al igual que la de Elari, pero la suya tenia algo más, estaba curtida por la vida. Su rostro era severo, eso lo sabia muy bien la joven, mas había un brillo en sus ojos ámbar que siempre había reconfortado a Elari. Ahí estaba corriendo de un lado para otro, con su baja estatura y su cuerpo esbelto, mas cuando la regaño parecía más alta que ella. Por primera vez vio a la nodriza por quien era realmente.
Esos pensamientos le quitaron el momento para reclamar, pronto se escucho una turba afuera a la distancia. La luz de las antorchas y el silencio quebrándose entraron por las ventanas. La nodriza tomo a la joven por la nuca, con habilidad y fuerza la llevo fuera de la casa. Al salir vio las sombras danzando tan lejos que no se alcanzaban a percibir las personas, solo una ola de luz chocando contra la oscuridad. Elari, abrió la boca para protestar, pero la presión de los dedos en su cuello le indicaron que la urgencia era real.

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