El rumor de lo sucedido llego hasta la puerta del anciano. A esa hora el solía pasarla con sus nietos, esperando la comida delante del gran comedor. Esta mesa representaba todos los logros del anciano, él estaba seguro de que nadie más en todo Xiotam tenia un comedor tan hermoso. Tallado por uno de los mejores artesanos con delicadeza “Casi es una lastima haber tenido que matarlo” pensó mientras sonreía a otra treta de su nieto mayor. Sin previo aviso entro un joven por la puerta principal…
─¡Maestro, maestro!─ Grito el muchacho mientras buscaba al anciano con desesperación.
Cuando por fin lo encontró, se topo con una mirada fría y severa. Esta lo congelo un instante, pero el muchacho recapacito, después de todo la situación era grave, el maestro lo reconocería.
─¡Maestro la niña controla el metal!─ Lo grito tan alto que los nietos dejaron de jugar. ─Hay que tomarla hoy antes de que se escape, debemos elim…
─¡Calla!─ Los nietos nunca habían visto a su abuelo tan enojado.
Los niños se asustaron, lo que noto el anciano al instante, relajo su rostro y les dio una sonrisa. Se dirigió hacia el mensajero que se había parado en el arco de la sala, el joven permanencia quieto y a penas se podía percibir como temblaba de miedo ante la presencia del anciano. El maestro lo tomo del brazo apretando con todas sus fuerzas, a pesar de ser viejo, este tenia suficiente fuerza para quebrar dos liktrecs con una mano.
─Lo siento pequeños, tendremos que jugar otro día, debo arreglar unos asuntos de la tienda. Díganle a su madre que me guarde la comida.─ Las palabras tenían ese tono dulce del anciano que ama a sus nietos, pero la mano que apretaba al muchacho cargaba el rostro bajo la máscara.
El muchacho se resistió de exclamar. Presintió que si hacia el menor sonido este desaparecería sin rastro alguno. El maestro era la tercera cabeza del resplandor en la ciudad y el más respetado por los seguidores, además era conocido por la falta de tolerancia ante los errores. Los dos salieron de la casa sin decir una sola palabra, atravesaron el huerto y terminaron en una vieja bodega, en todo el tiempo el anciano no dejo de presionar el brazo del joven. Cuando cerro la puerta por fin el joven soltó un suspiro al sentir como su maestro soltaba su brazo, solo para ser apretado una vez más, acompañado con la expresión de ira del anciano.
─¡Nunca te vuelvas a atrever a entrar a mi casa sin ser anunciado, y menos a mencionar asuntos de la orden frente a mis nietos!─ Exclamó el viejo.
─Lo siento maestro, pero es urgente, la niña tiene poderes y no solo eso, controla el metal.─ El joven desesperado por el perdón de su maestro.
─¡Ya lo se idiota, sabes cuantos vieron a la joven salvando a sus padres!─ Cada vez más exasperado. ─ No es pregunta, deja de hacer cálculos estúpidos ¿Dónde esta mi hija? ¿Por qué no tomo a la joven una vez se dio cuenta de lo que sucedía?
─No lo se maestro, quizás esta esperando la oportunidad. La joven ya tiene 17 años, no le seria tan fácil sacarla como cuando era una bebe.─ Dijo con timidez.
─Deja de pensar, para eso no sirv…─ Entonces el viejo inhalo "Quizás tiene razón, no quería revelar su misión y poner a la orden en riesgo. Seguro se esta haciendo cargo de que la casa este sola, para que nos podamos llevar a la maldita." Pensó.
El silencio se esparció por la bodega, el joven aprovecho para sobarse el brazo, pero al hacer contacto con las yemas de los dedos sintió intensó dolor, mas no rompió el silencio. Solo cerro los ojos, controlando su respiración.
─Ve por Fausto, dile que debe organizar un carnaval nocturno.─ El viejo expuso su macabra sonrisa acentuada por un rayo de luz a través de la rendija en la puerta. ─Seguro se va a quejar que no tiene suficiente tiempo, pero dile que para la caída del segundo sol debe estar la gente en la calle. Que comience del lado del rió, se tardará más pero juntara más gente y así la casa estará más sola.
El joven abrió la boca para hacer un comentario.
─Él ya sabe que hacer, no le vengas con tus estupideces por favor, ya suficiente tuve contigo por hoy. De camino recoge a los hermanos Tiriton, ellos te ayudaran a sacar a la maldita y a hacerlo ver como un robo, hagan lo que les diga mi hija al llegar a la casa.
La turba comenzaba a juntarse y ni siquiera había caído el primer sol, acróbatas y danzantes avanzaban por la calle, mientras hombres y mujeres en sancos, vestidos con muchos colores, llamaban a las casa para que la gente saliera a festejar.
─¿Qué celebramos?─ Preguntó alguien en la calle. ─Faltan diez días para el Crebatan.
─Qué más da, fiesta es fiesta.─ Contestó alguien más.
La gente seguía avanzando, bebiendo, gritando y cantando, la ciudad entera salia de sus casas para unirse al festejo, visto desde arriba parecían hormigas renuiéndose alrededor de un gran banquete. Aquellos aguafiestas que preferían quedarse en casa eran rápidamente motivados por sus amigos a beber con ellos o por los extraños que cantaban a todo pulmón. No paso mucho tiempo antes de que la ciudad comenzara a vaciarse y la multitud avanzara hacia su destino.
Satisfecho de haber logrado su objetivo, el muchacho espero a que llegara la noche para salir del sótano más próximo a la casa. Junto con los hermanos Triton, tres hombres barbones y fornidos, se escabulleron entre las sombras.
─Todavía es temprano, nadie se ha de haber dormido. Podríamos ir por una jarra de aguamiel.─ Dijo el mayor relamiéndose los labios.
─Seguro si nos da tiempo para una.─ Le contestó el de en medio.
─¡No sean estúpidos...─ Protestó el muchacho.
Los tres hermanos no tardaron en amenazarlo inflando el cuerpo para dejar claro que no aceptarían faltas de respeto de su parte.
─Es una orden del maestro y ya saben lo que pasara si fallamos.─ Su tono perdió valor al ver los cuerpos de los hermanos haciendo sombra en el callejón.
Se miraron sin decir una palabra, regresaron la mirada al joven que era mucho más pequeño que ellos.
─Esta noche te obedecemos, pero mañana te espera una paliza. Ni se te ocurra huir porque te ira peor.─ Dijo el menor con tranquilidad. ─¿Qué dicen, un golpe cada uno?
Los otros dos asintieron satisfecho y el muchacho trago saliva con sabor metálico, su cuerpo entendía lo que le esperaba.
Sin una palabra más comenzaron a avanzar entre los callejones, asegurándose que las calles estaban tan vacías como deberían. De pronto un pensamiento entro en el muchacho “¿Sí la maldita se fue al festejo?” Pero era absurdo, toda la orden la conocía y si se aparecía allá, seria más fácil tomarla, además la hija del maestro estaba con ella, entonces no había riesgo de que se escapara. Al llegar a la casa vieron las luces de las velas en dos o tres habitaciones, esto los hizo tomar cautela y decidieron esperar a que algunas se apagaran. La turba de gente se acercaba, el momento perfecto para entrar y salir se avecinaba. Tomaron sus armas y antes de que pudieran allanar, salio la joven llevada por el cuello por la hija del maestro.

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