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La caída de la montaña en Xiotam Capítulo 7

Rexa comenzó a subir por la colina donde había dejado a Elari, pero entonces algo se apoderó de ella. El instinto de supervivencia que había desarrollado después de riguroso entrenamiento y hacerse cargo de las cosas más turbias del Resplandor. Así que regresó al poblado para hacerse cargo de aquel par de problemas.


Elari despertó un par de veces durante esa noche, cada una de ellas esperando ver a la nodriza para sentir algún consuelo en conservar algo de su vida, pero cada vez que se despertó, encontró un bosque vacío a su alrededor, apenas se escuchaban algunos animales e insectos haciendo ruido. A pesar de eso, la chica no cayó en temor de que le podría pasar, estaba demasiado absorbida por su auto-compasión como para pensar en los peligros de la noche. Simplemente dejó que su sollozo la regresara a sus sueños, donde encontraba a su madre, su padre y la nodriza sonrientes de verla convertirse en una mujer. El consuelo de los sueños duraba poco, entonces el mundo se tornaba rojo, sus padres eran secuestrados, la nodriza se convertía en un demonio temible y ella quedaba en un claro en un bosque muerto, mientras una parvada de cuervos rondando. Al llegar a ese punto se despertó, intranquila, triste y regresaba al sollozo.

Con el rayo del primer sol sus ojos eran arena, su cuerpo piedra y el aliento de sus pulmones cargado con navajas. Se levantó con esfuerzo, encontró a la nodriza apagando la fogata y un destello de alegría le dio energía para comer. El pan endurecido por la noche, el queso apenas calentándose bajo el sol, pero su paladar igual no disfrutaría aunque fuera la comida más cara de la ciudad. 

─Ponte esto.─ La nodriza le entregó las botas y algo de ropa apropiada para el clima.

Elari tímidamente tomó la ropa e intentó cambiarse bajo la cobija, pero al no tener éxito se frustró, se levantó, puso la ropa y colocó las botas.

─Chiquilla, se que no quieres oírlo. Pero tienes que dejar tu vida atrás, aquí la vida es más cruel de lo que estás acostumbrada.─ La nodriza habló de forma poco característica, casi dulce.

Entonces Elari entendió, no podía seguir lamentando lo que no tenía, menos si se le iba a tratar con tanta lastima. En toda su vida, nadie le había tenido lástima y ahora se daba cuenta que no era algo que quería ver en el rostro de nadie que se dirigiera a ella. Con ambas palmas abiertas se golpeó la cara.

─Entonces dime ¿Cómo llegamos aquí? ¿Por qué tuve que huir de casa?─ Dijo casi demandado.

─Tampoco te emociones.─ Le respondió la nodriza ocultando con gran esfuerzo la sonrisa que había revelado al ver a la chica con ánimos. ─Empieza por olvidar el nombre por el que me conocías. Me llamo Rexa y si trabajar con tu familia fue algo que organizó el Resplandor para vigilarte. En cuanto a mi vida antes de eso, no te concierne.─

Elari quiso reclamar el punto, pero era inútil, ya conocía a la nodriza y sabía que no habría forma de ganar. “Pero no la conozco” pensó. Aún así su boca llevaba años de experiencia perdiendo discusiones con la mujer que tenía delante y explicarlo a sus memoria muscular que esa persona era otra era algo que no sucedería. Así decidió dejar la pregunta para otro momento en el que ella tuviera la ventaja.

─El Resplandor… No es el tipo de enemigo que quieras tener en contra, pero ese barco ya zarpó para ti. Digamos que tienen creencias muy arraigadas, ellos creen que cualquier ser que nazca con más poder del que es permitido puede traer el fin del mundo que conocemos, y tu eres uno de esos seres.─ Contnuó Rexa.

─Pero, yo no tengo poder.─ Suplicando a los cielos que corrigieran el error.

─Eso era lo que todos pensaban, pero ya sabía mejor, al principio era tan ignorante como el resto. Con el tiempo me fui dando cuenta de tu poder, era mi obligación entregarte y sacarte antes de que alguien lo supiera, pero ¿Cómo podría alguien entregar a una criatura que has visto crecer? Sabiendo lo que te sucedería, el dolor que te ocasionarían, el sufrimiento en los ojos de tus padres. No tuve alternativa que ocultar tus poderes, incluso de tus padres.─ Una extraña combinación de emociones en su rostro.

─Debiste llevarme, dejar que me hicieran lo que quisieran, al menos así no tendría que abandonarlos.─ Elari soltó su berrinche sin pensarlo.

─¡A veces me sorprende lo tonta que eres! No conoces lo que es el dolor, ni siquiera has pasado un día de hambre, y esperabas que te mandara al matadero.─ Rexa se forzo a calmarse. ─Suficiente, si te comportas como una chiquilla malcriada entonces te trataré como tal. Nos vamos.

Una fue la vergüenza que sintió por lo que había dicho y dos la cara de iria de Rexa las cuales la hicieron callar. Seguía sin confiar en la mujer, pero era lo que tenía. Decidió aprender de ella en lo que encontraba alguna salida que le permitiera regresar con su familia.

─¿A dónde vamos?─ La voz un poco decaída por la vergüenza.

─Iremos a la ciudad de Totenxia ahí el Resplandor tiene menos control. Veremos que hacer, he sabido de niños que son enviados ahí antes de que yo… el resplandor los agarrara.

El silencio incómodo tomó el control de la situación.


Pasó tiempo antes de que volvieran a hablar. Bajaron por la colina, evitaron el poblado y caminaron por la orilla del camino cubiertas por árboles. Cuando un viajero se veía a la distancia estas se escondían para no llamar la atención. Entrada la tarde Rexa habló.

─Tendremos que caminar cinco días más.─ Esperando la queja de la chiquilla. ─Será mejor que aprovechemos el tiempo, te enseñare a pelear y defenderte. También a sobrevivir en la naturaleza.─

─¿Si vamos a una ciudad eso de que me va a servir?─ Protestó Elari.

─El camino es largo, el peligro abundante y no hay garantía que te pueda proteger hasta que estés a salvo. Como ya dije, tienes que cambiar.

─¿Cuando empezamos?─ De mala gana.

─Cuando caiga el primer sol.─ Entonces podremos adentrarnos en el bosque.

─¿Para que esperar?

─Tú y las preguntas necias. Por estas partes ronda un tendrakill, son bestias horribles, primos de los drakos, les gusta cazar bajo el calor del sol y si nos encuentran, nos tomará de festín. No soportan el frío por eso cuando cae el primer sol es menos probable encontrarlos.─ Utilizando su voz de educadora.

─¿Cuándo aprenderé de mi poder?─ Reclamó Elari.

─Cuando te puedas defender con astucia y velocidad. Antes solo te acostumbraras a depender de eso.─ Dijo cortante.

─Al menos me puedes decir ¿qué es?

─¡Abajo!─ La tomó por la cabeza hundiéndola contra la maleza.

En ese momento pasó una caravana de carromatos. Comerciantes, cirqueros y algunos curiosos seres acompañaban a la caravana, ya fuera conduciendo, caminando o chacoteando en torno al camino.

─Es una tropa de actores, deberíamos unirnos a ellos.─ Exclamó al tiempo que se levantaba.

Rexa la tomó del brazo y la derribó sobre la maleza.

─Es muy pronto para tener contacto con alguien, si pasan nuestras descripciones a algún inquisidor nos encontraran.─ Al tiempo que conservaba la presión sobre el cuerpo de la chica. ─Será mejor que te ayude a controlar tus impulsos.

Entonces Rexa se sentó sobre la espalda de la chica, esta soltó un suave graznido de dolor a lo que la mujer contestó con un coscorrón en la cabeza. Resignada la chica se dispuso a observar a la tropa en lo que pasaba.

Lo menos interesante eran los comerciantes, aquellos que llevaban el frente de la caravana, seguramente se integraron para estar seguros en grandes números. Pero hasta el frente se encontraba un raku, con sus hermosas plumas debajo de los brazos, colores rojos, amarillos y naranjas, se extendían por sus extremidades hasta las manos, las cuales terminaban en unas afiladas garras. El raku platicaba con dos comerciantes que pasarían desapercibidos si no fuera por la compañía que cargaban. Una vez que terminaron de pasar los comerciantes, comenzó la diversión, tantas razas y criaturas, brincando, volando, bailando y festejando, explosiones de magia brotaban por el cielo al tiempo que los cánticos revoloteaban de un carromato al otro.

Al final del espectáculo, un carromato negro y lúgubre tomaba la retaguarda. Al frente un ser gigante, color morado controlaba a dos bestias que nunca había visto, Elari, en un espectáculo de esos. Eran algún tipo de reptil con dientes afilados, sin alas y piernas como las gruesas como las de un oso, pero cubiertos en escamas que cambiaban de tono al sol. Uno era azul, mientras que el otro era rojo. Cuando el carromato se les emparejó, la chica quiso ver por la ventana, pero lo único que encontró fue un intenso destello azul que le clavó la mirada y le causó dolor de cabeza. El dolor le duró hasta que la tropa quedó fuera de su rango visual, hasta entonces Rexa se quitó de su espalda. La chica se levantó con pereza y adolorida.

─Pesas como si estuvieras hecha de acero.─ Se quejó la chiquilla.

Rexa le dio un segundo coscorrón.

─No sabes lo bueno que es ya no tener que contener eso. Yo que tu tendría cuidado porque tengo una larga lista de chichones que merecías.─

 

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