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La caída de la montaña en Xiotam Capítulo 8

Rexa se acercó a Elari, la miró a los ojos y con una patada en las piernas la tiró al piso. Al golpear el suelo el sabor a metal recubrió su boca. Elari permaneció en el piso, intentando entender qué había sucedido, los árboles se veían borrosos, los oídos le zumbaban y el frío de la tierra contra su cabeza le daba consuelo a las pulsaciones de su cerebro. Rexa la tomó por el cuello de la ropa y la levantó. Le sacudió la tierra con fuertes palmadas.

─¿Lista?─ Preguntó con media sonrisa.

─Esper...─ Sin terminar la oración impacto con el suelo otra vez.

    El entorno un poco más borroso, el zumbido más agudo y su cabeza ya no podía sentir ni frío ni calor, solo las pulsaciones. Una vez más, Rexa, la levantó. Una vez, más Elari impactó contra la tierra del bosque. “Ni para que pararme otra vez.” Pensó, al tiempo que Rexa la levantaba para repetir el ritual.

    En su juventud la nodriza no había sido cariñosa, más bien era fría calculadora y protectora, pero en retrospectiva, esa mujer era dulce, como una viejecita, comparada con esta bestia que disfrutaba de levantarla, tirarla y repetir.

─¡Ya basta! Si esto se trata de desquitarse por todas las cosas que te hice de chica…─ Fue interrumpida por otra patada de la mujer.

    Esperando sentir el violento reencuentro de su rostro contra la tierra Elari quedó plasmada al darse cuenta que permaneció firme sobre sus pies. Sus rodillas flexionadas y su cuerpo listo, ligeramente inclinado hacia delante.

─Son cosas que ya sabes, te las he estado enseñando desde hace mucho tiempo. Solo es cosa de que conectes tus reflejos con tu instinto de supervivencia.─ Rexa proclamó con orgullo.

    Elari tenía diecisiete años el día que aprendió lo que significaba cada uno de los juegos que la nodriza le insistió tanto en hacer. Evadir palos en el bosque, competir por quien podía mantener el balance, competencias a través de los puestos del mercado, entre muchos otros. Por fin entendía que uno no tenía que esconderse 4 legs arriba del suelo para jugar a las escondidillas. Ella creía que eran juegos ordinarios, que se jugaban en casa de la nodriza, mas Elari no estaba para saber que Rexa tuvo contadas veces para jugar. Mientras la vida de la niña pasaba delante de sus ojos, Rexa aprovechó el momento para darle otra patada más fuerte, la cual la giro en el aire para que se alimentara de un puñado de tierra.

─Si tenías hambre pudimos parar para comer.─ Era evidente que Rexa tenía un humor peculiar, el cual Elari no compartía. ─No te distraigas. Rara vez alguien esperara a que termines tus pensamientos para atacar ¿Necesitas agua para bajarte el bocado?─

    Con el orgullo herido, la boca llena de sangre y tierra se levantó dispuesta a vengarse aunque fuera una sola vez. Espero la patada, dio un brinco hacia atrás con sorprendente rapidez y lanzó su contraataque, apuntó el pie contra el rostro de la mujer, a lo que ella se agacho y barrió la pierna que quedaba en el suelo. La chica ya tan familiar con el contacto, temió que si eso siguiera, empezaría a desarrollar un afecto por comer lodo con sangre.


    Terminaron el entrenamiento por la noche, Elari quedó destruida, con heridas por todo el cuerpo, un extenso moretón que parecía reemplazar su tez apiñonada a un morado tricolor, sus músculos ardían y su rostro había quedado maltratado, ligeramente deformado.

─Al menos si nos encuentra el Resplandor ya no te reconocerán.─ Burlonamente.

La chica solo resoplo y se recostó sobre el amigo más íntimo que había conocido hasta ahora, el suelo. Rexo tomó el tachil, se sacudió la tierra para empezar el camino de nuevo.

─Vamos.─ Anuncio.

─¿A dónde? Aquí podemos acampar.─ Rogó Elari.

─Estamos muy cerca del camino, debemos adentrarnos más al bosque. A menos que quieras dormir sin una fogata que nos proteja.─

    La chica habría dormido en el suelo frío y sin cobija si así pudiera evitar moverse, mas no le sería posible. Se levantó a regañadientes, con pereza siguió a la mujer mientras se adentraba en el bosque. Una vez encontraron un lugar suficientemente alto y despejado, Rexa encendió la fogata con leña que tomó en el camino, Elari, no hizo nada más que ver hacia el cielo estrellado.

    Le pareció que las estrellas brillaban al ritmo de su respiración. La luna deslumbrante y verde, como era normal en esa época del año, y las hojas de tono ligeramente morado del cambio de estación de los árboles de ukleta, que seguramente florecerían pronto, los brotes rosas estaban listos para estallar, con grandes pétalos. El aroma de esas flores era conocido por relajar y ayudar a la curación de heridas. Exhausta, sus preocupaciones no tuvieron lugar en su mente, por un instante solo admiró la belleza de su alrededor. Entonces florecieron todos los árboles al par, el aroma cubrió el campamento arrullandola al primer sueño placentero desde que escapó. Uno podría pensar que Rexa lo había planeado, pero la mujer no era de ese tipo, al menos no con otro que no fuera la chiquilla.


El despertar fue abrupto, Rexa la agitaba con una mano y murmuraba algo que su cerebro aún no podía comprender.

─Levántate, rápido, sin hacer ruido. Vamos no hay tiempo niña perezosa.─ Susurro la mujer.

    Elari se quitó la cobija, que no se había colocado la noche anterior, frotó sus ojos con pereza al momento que un fuerte impacto sacudió el suelo del bosque, los árboles crujieron y la adrenalina terminó de despertar a la chica.

─¿Qué fue eso...─ Preguntó escandalizada.

─Calla, es un tendrakill. Quédate agachada.─ Habló con calma pero certeza.

    A no más de 20 legs una enorme criatura se sacudía con pereza. En el cielo apenas comenzaba a salir un sol pero era suficiente para iluminar sus escamas verdes y negras. Su cabeza era enorme, el cuello corto, ancho casi tanto como la cabeza, el enorme cuerpo sostenido por las anchas patas, cilindros escamosos y al final un par de colas con la que golpeaba el suelo al caminar. Uno podría decir que había cierta belleza a la criatura, si tan solo fuera mil veces más pequeña. Entonces abrió la boca exponiendo sus tres filas de colmillos, tomo un árbol ladeando la cabeza y lo destrozó de una mordida. Empezó a agitarlo cual rama de árbol, sacudiendo el olor de las flores sobre su lomo.

─¡Mierda, es una hembra! Está en celo, esto no es bueno. Tenemos que partir.─ Rexa retrocede sin dejar de mirar a la criatura que seguía sacudiendo el follaje del árbol para untarse el aroma.

    Una corriente de aire caliente golpeó las espaldas de las mujeres que permanecían en cuclillas. Al voltear encontraron a un macho olfateando el suelo a dos legs de ellas. Este era todavía más grande que la hembra y cuando apenas percibió el olor de las flores este le brincaba excitado al árbol más cercano. Estas criaturas eran conocidas por decimar bosques de ukleta por temporada de celo, además de que entraban en una furia en la que devoraban cualquier ser vivo que se les atravesaba, debido a que necesitan el calor para mantenerse en movimiento. Afortunadamente esta época solo pasaba una vez cada quince años, desafortunadamente para Elari y Rexa, esa temporada comenzaba hoy.

    La criatura, demasiado ocupada con el pobre árbol, no se había percatado de ellas. Con sumo cuidado, Rexa tomó el tachil y la mano de la chica, la guió hacia un costado de la bestia y comenzaron a avanzar hacia el camino sin perderle de vista. Elari vio como se le dilató la pupila, antes afilada y ahora redonda, entonces Rexa empujo a la chica hacia atrás, le lanzó el tachil y brincó hacia un lado. De pronto una flama azul brotó de la palma de la mujer, esta se extendió por debajo de la mandíbula de la bestia, la que respondió con un graznido de dolor. El bosque comenzó a sacudirse, árboles cayendo en cuatro puntos diferentes y el que tenían enfrente comenzó a golpear el suelo frenéticamente con ambas colas. Para Elari fue imposible mantener el balance con el temblor del suelo, pero por el crujido de los árboles cayendo, era evidente que pronto tendrían compañía.

    Rexa por el contrario, se mantenía estable y ágil. Se trepó sobre la criatura, en cuatro puntos de apoyo avanzó hasta el cuello, al percatarse el tendrakill se sacudió con fuerza, pero Rexa fue más hábil, de un brinco extendió la mano sobre el ojo de la bestia, el cual quedó cubierto por la misma llama azul que emanaba de la mano de la mujer. Un graznido más fuerte sacudió el follaje del rededor. Rexa chocó contra el suelo con el hombro, se levantó y tomó a la chica que arrastraba el tachil. Empezaron a correr cuando otro tendrakill se les atravesó en el camino, esté parado en dos patas se lanzó por encima de ellas y cayó sobre el contrincante previo. Elari había visto imágenes de criaturas gigantescas en los libros de la casa, pero nunca había entendido realmente lo que significaba cuando comparaban a una de estas criaturas diciendo que eran tan grandes como dos o tres casas, hasta que le pasó por encima el tendrakill. Ninguna de las dos volteo a ver como la segunda bestia clavaba sus tres hileras de dientes en el hombro de la primera.

    Al fin veían el camino, estaban a un clog de distancia cuando un tercer tendrakill apareció a toda velocidad con ellas en la mira, Rexa lanzó otro flamazo en semicírculo hacia atrás, las llamas se extendieron por los árboles como si fueran ramas secas. La criatura paró confundida y ellas pudieron escapar fuera del bosque. Aprovecharon el camino para huir de la proximidad de los árboles de ukleta, corrieron hasta que las piernas no pudieron más y entonces corrieron un poco más. Durante el camino el aroma a flores de ukleta se combinó con el ahumado del bosque incendiándose, el cual era visible aún cuando llegaron a las montañas.


Esa tarde los caminos estuvieron vacíos, solo los graznidos de los tendrakill huyendo del bosque y las flamas ocuparon el silencio. Rexa miró la devastación que cometió y dudó si había hecho lo correcto al salvar a la chica.



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