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La caída de la montaña en Xiotam Capítulo 9

Rexa sabía que debían seguir su camino, de no hacerlo el Resplandor las podría encontrar, pero pasó la noche viendo el incendio del bosque de ukleta que acababan de dejar atrás. Los brazos le pesaban cual metal, la espalda se rehusaba a enderezarse, sus párpados pesados pestañaban más lento de lo normal, la confianza que había sentido en un principio ahora se desmoronaba. Por su lado Elari, percibía el cambio de aire, la tensión emanando del cuerpo de Rexa, el humo elevándose hasta combinarse con las nubes, y la misma desconfianza que ella sentía hacia la mujer la mantuvieron en silencio, perdida en sus propios pensamientos.

Ambas tomaron acciones con pereza, Rexa encendió la fogata sin ganas y con poca leña, Elari preparó algo de comida, la cual mordieron a pequeños bocados, masticando con gran lentitud. Rexa insistió en entrenar por pura costumbre, pero con sus pensamientos atorados en el bosque, no puso atención a la chica, que a su vez daba golpes y patadas dirigidas al espacio vacío.

─¿Ahora qué? Hace horas que dejamos el bosque atrás ¿A dónde vamos?─ Su voz suave e insegura, a pesar que ella había querido parecer confiada y demandante.

Rexa levantó la mirada con pereza, sus ojos se encontraron con algo ya conocido para ella, la cara de culpa de la chiquilla. Siempre que hacía algo mal ponía la misma cara, como la de un perro que sabe lo que ha hecho y lo lamenta profundamente. Interiormente maldijo, escupió y agitó su ser. Nunca supo en qué momento se encariño con Elari, pero tenía muy claro el porqué. Rexa se levantó, obligó al cuerpo a estirarse, soltando esa pesadumbre como si fuera una capa tiesa de lodo seco, estiró con tanta fuerza que hubo momento en que Elario juro que algo se le safaría a la mujer. Cada movimiento produjo un sonoro tronido.

Rexa cacheteo ambas mejillas con fuerza, abrió los ojos tan grandes como pudo y dijo:

─Tienes razón, es hora de ir, necesitamos encontrar una carroza antes del mediodía de pasado mañana─ Rexa hizo su culpa a un lado.

La noche no era el mejor momento para avanzar, pero habiendo perdido tanto tiempo no les quedó mucha opción. Recogieron sus cosas, apagaron el fuego y siguieron por las montañas, evitando los bosques de ukleta que quedaban montaña abajo. Rexa revisó su mapa mental. Se encontraban en unas montañas menores hacia el oeste de donde se dirigían, para llegar al poblado más cercano y ahorrar el mayor tiempo posible tendrían que subir lo más posible para descender directo hacia Libula, la aldea más cercana, aún así les quedarían tres días y medio de viaje. El camino por las montañas era difícil, muchas elevaciones y riscos que cruzar, además de algunas criaturas peligrosas. “Será buen entrenamiento para la chiquilla” pensó.

La inclinación no tardó en incrementar, a lo que Elari reaccionó con fastidio, sus pies todavía no sanaban pero las botas la protegían lo suficiente como para no empeorar las heridas. Aunque, no hubo nada que preparara a la chica por el aire tan delgado o la stamina necesaria para mantener el paso por esas elevaciones. Rexa, por el contrario, mantenía paso firme, de vez en cuando encontraba una piedra de buen tamaño ligeramente suelta y la pateaba hacia la chiquilla, la cual tenía que esquivar sin perder el balance. La mujer no podía negar que era divertido, pero su intención era que la niña se acostumbrara a estar atenta a sus alrededores, el verla desplomarse graciosamente, hacia un costado, solo era un beneficio agregado.

Pronto la luna llegó a su cúspide y a Elari se le había acabado la energía. Hicieron su campamento, en un risco relativamente plano, con algo de leña que Rexa había cargado. Está vez la mujer le encomendó la tarea de encender la fogata a la chica, tarea que hacía de vez en cuando en casa, cuando la nodriza la quería castigar por algo que había hecho mal, suceso que disfrutaba mucho el personal de la casa. Mientras tanto, Rexa se dispuso a buscar alguna presa fácil, estaba harta de comer nueces, pan y queso.

El que Elari supiera hacer la tarea no significaba que fuera buena haciéndolo, esta tardó mucho tiempo en lograr una chispa el doble de tiempo en conseguir una chispa que se pegara a los retazos de madera seca y el conseguir algo más que humo fue una lucha entre sus pulmones y la elevación. Habiendo logrado que la fogata tomara vida, la chica se acercó a la orilla del risco, orgullosa de su destreza para completar la misión. Comenzaba a notar que la satisfacción del esfuerzo físico la relajaba, viendo hacia el pie de la montaña, con el terreno despejado, colgó las piernas por la orilla volteo hacia el camino que le esperaba delante. La soledad que en algún momento le apretaba el corazón, ahora le daba calma. La vista de la tierra y el pasto descendiendo hacia los bosques, las luces de algún poblado lejano, las estrellas y constelaciones sobre su cabeza, el viento acariciando su rostro con pequeñas punciones de frío, le hacían ver al mundo de otra forma, ni peor ni mejor, solo más completa.

Para cuando Rexa regresó con tres Crichus, ratones del tamaño de una hogaza de pan e igual de tiernos, quizás la diferencia principal además del tamaño, su corta cola peluda y los dos pares de orejas, Elari estaba dormida con las piernas colgando del borde y su rostro en dirección a las estrellas. La mujer la dejó dormir, preparó la comida con una ligera sonrisa, nostálgica, colocó a los crichus en palos cerca del fuego.

La fragancia de carne asada despertó a la chica con suavidad, chasqueo la lengua, tragó saliva y se levantó. Por un instante se quedó parada frente al fuego, esperando una mesa donde sentarse, pero pronto reaccionó y tomó asiento a un costado de Rexa.

─¿Lista para comer?─ Preguntó la mujer con picardía.

─Si, muero de hambre.─ Confirmó con los ojos llenos de expectativa.

Rexa le entregó uno de los palos con el animal desollando y entero. Elari, lo miró un instante, pero sin dejarse pensar más clavó los dientes sobre la crujiente carne. Un golpe de sabor invadió su boca, la carne se deshizo con el movimiento de su lengua, el sabor era intenso pero controlado, la poca sal ayudaba a subir el sabor de los elementos correctos y el ligero sabor ahumado permanecía aún después de tragar. La chica devoró al resto antes de darse cuenta.

─No son fáciles de atrapar.─ Comentó Rexa aún con medio crichu restante. ─Se escabullen entre las grietas y pueden comprimir su cuerpo para caber donde sean, con el segundo par de oídos saben que vienes si pateas una piedrita. Mañana antes de bajar de la montaña tienes que atrapar dos.

─¿Yó?─ Dijo incrédula.

Se le estremeció el estómago, en parte por pensar en matar a un animal indefenso, en otra por la dificultad de la tarea y en tercera por la hipocresía de haber devorado a una criatura y no estar dispuesta a tomar esa vida por cuenta propia.

─Duerme, no queda mucho tiempo antes del amanecer.─ La luna, ocultándose detrás de la cúspide de la montaña.


Rexa dormito el resto de la noche, se despertó con el primer rayo del primer sol, aprovecho la carne del animal y lo mezclo con unas moras frescas que consiguió en el camino. Despertó a la chica que reclamó hasta tener el alimento enfrente. Antes de terminar de despertar había terminado. Tomaron un poco de té, al terminar de salir la luz del sol, ya estaban listas para continuar su camino. Para media mañana Elari rogaba por que terminará el viaje del segundo sol, si tendría que seguir caminando tanto, prefería hacerlo con menos calor, pronto cambiaría la temporada y solo lidiaría con un sol.

Rexa se mantuvo alerta en el ascenso por cualquier madriguera de crichus para poner a la chica a prueba. Habían llegado al punto más alto antes de su descenso sin suerte cuando Rexa vio una sombra en la distancia, dejó caer el tachil, encontró una piedra con una buena vista y se acomodó. Elari la imito dispuesta a descansar después de tanto subir. Pero la mujer tenía otros planes.

─¿Ves eso en la distancia?─ Dijo apuntando hacia un crichu a un leg.

─No...

─Bueno, esa es tu presa. Tienes hasta que caiga el primer sol.─ Con una enorme sonrisa en el rostro.

─¿Y si no?─ Preguntó de forma retante.

─No comes hasta llegar a Libula.

Con eso terminó la conversación, la chica descendió hacia su objetivo.

─¡Cuidado de no hacer ruido! Detecta hasta los latidos de tu corazón.─ Advirtió.

Elari se detuvo, respiró profundo, cerró los ojos. Una pequeña piedra le pegó en la nuca rompiendo su concentración.

─Apurate, no tenemos todo el día.─ Rexa soltó una carcajada.

Elari la ignoró y volvió a respirar. Con los ojos cerrados controló sus latidos tanto como pudo, lo cual no fue mucho. Más confiada se dirigió hacia una mancha cafe en la distancia.

─Es hacia el otro lado.

La chica volteó con el orgullo herido y encontró a la criatura devorando algo de maleza creciendo debajo de una roca. Se agacho ligeramente, avanzando despacio. Cada pisada le tomaba más que unos segundos. Redujo la distancia a penas unos clogs cuando se resbaló dejando caer un grupo de piedritas hacia el pie de la montaña. El crichu paró los dos pares de orejas y levantó la cabeza con curiosidad. Elari lo miró a los ojos pero no se movió. La criatura movió la nariz, acomodo las orejas en varias direcciones “¿Cómo voy a matar algo tan tierno?” Pensó la chiquilla al tiempo que se le aceleraba el corazón. Rápidamente respiró profundo. Para bien o para mal el crichu no pareció verla como una amenaza porque siguió comiendo. Entonces recordó que sin presa no comería por al menos un día más, dudó un instante, pero siguió avanzando con cautela. A un clog de la criatura, suficiente distancia para brincarle encima, la miro mientras esta estaba desprevenida, o al menos eso creyó. Elari vacilo antes de saltar, el crichu no lo hizo al correr y al seguirlo con la mirada, Elari perdió la oportunidad de meter las manos, así que fue su rostro el que contuvo el impacto.

La chica se levantó con los ojos llorosos, moqueando y con el rostro respado por la maleza y las piedras. Imaginó a Rexa preguntando “¿Vas a llorar?” Así que contuvo sus emociones. El crichu se quedó a un par de clogs, como mostrando que no era una amenaza para él, quizás el crichu sabía algo que la chica negaba. Elari no se rindio, y mientras tanto Rexa disfruto de la persecusión, a carcajadas. El escuchar la risa de la mujer solo le dio más determinación, hasta que por coincidencia acorraló al crichu el cual respondió con mordidas, Elari salió corriendo con el crichu correteando detrás.

Tal vez por primera vez en su vida Rexa río tanto que le costaba respirar, los ojos le lloraban y el abdomen le dolía. Fue en ese ataque de risa que no se dio cuenta que Elari había atrapado al crichu por el pellejo del cuello, herida, golpeada, pero triunfante subió la colina hasta llegar con ella. Presentó su trofeo con gran orgullo, la criatura a su vez peleaba con fuerza por escapar, enseñaba los dientes y chillaba.

─Debo admitir que nunca pensé que lo lograras. Buena estrategia esa de convertirte en la presa.─ En tono burlón y sarcástico.

Tomó al crichu antes de que la chica pudiera decir alguna palabra, sin dudarlo quebró el cuello y lo envolvió para colgarlo del tachil.

─La próxima vez mátalo en cuanto lo atrapes, es estrés endurece la carne y es un poco cruel hacerlos sufrir.─ Dijo Rexa con un tono solemne.

Elari había olvidado por completo lo que sucedería una vez capturara a su presa, hasta el momento que escuchó el crujir con la fuerza de Rexa, ella había estado jugando por orgullo. Miró a la mujer con odio, se culpó internamente y después hizo las paces en su interior, ella sabía lo que hacía y era así era su vida ahora. Agachó la cabeza para agradecer al crichu por los nutrientes que le daría. Ese día algo cambió en el interior de la chica.

─Te falta uno...─ Dijo al tiempo que veía el rostro pálido de la chica. ─Bueno, supongo que se nos acaba el tiempo, debemos bajar al pie de la montaña.


El silencio incomodo se volvió a arrastrar abriendo espacio entre la chica y la mujer. Durante el descenso Elari le dio vuelta a lo sucedido, una y otra vez intentó hacer las paces, y poco a poco el esfuerzo le fue aclarando la mente. Para la mitad del camino lo incomodo había desaparecido, pero el silencio permaneció.

En un principio la chica pensó que la bajada sería más fácil que la subida, pero entre el agotamiento físico y el control necesario para no resbalar, el cansancio le pareció más intenso “Si me dejo rodar.” Pensó. Mas sus heridas le recordaron que caer contra la maleza era mala idea.

A diez clogs de distancia vieron a una caravana de dos carromatos. Elari se emocionó y comenzó a agitar los brazos y aumentar la velocidad del descenso. Rexa por su lado, se agachó e intentó detener a la chica, pero esta se adelantó demasiado. La mujer suspiró y tomó su cuchillo por la empuñadura por debajo de la capa. La caravana, a su vez, se detuvo y una familia salió del carro de adelante. Rexa alcanzó a Elari con calma, la tomó por el hombro y susurró.

─No eres Elari la hija del mercader, eres Alix, mi hermana. Lo demás me lo dejas a mi.


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