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La caída de la montaña en Xiotam Capítulo 16

Elari recogió la escama tan rápido que se llevó un puñado de tierra al bolsillo. Rexa jalo a la chica detrás de su espalda para protegerla. La fila comenzó a avanzar pero ellas se mantuvieron viendo fijamente al anciano. Este portaba un extraño sombrero negro, nada como lo que se utilizaba en Xiotam: terminaba en un triangulo redondeado, el borde era plano y extendia un circulo a su alrededor, en el cintillo café portaba los dientes de algúna bestia que debia ser feroz por el tamaño y lo afilados que eran. Su rostro dejaba ver piel rojiza y pálida, sus facciones arrugadas por la edad daban un aire de sabiduría a su rostro. Los ojos cafés casi color miel eran resaltados por su gabardina negra de piel. El elfo era anciano, de unos sesenta y tres años, al menos eso aparentaba.

─Es buena idea ocultar eso por aquí, aunque si no avanzan llamarán más la atención─ El anciano movió las manos como empujando el aire hacia delante. 

        Un acento suave pero peculiar se podía percibir al final de algunas sílabas. La mujer intentó recordar si lo había escuchado antes. Rexa le hizo caso con precaución, lamentando no haber dejado sus dagas más accesibles. Elari en cambio seguía paralizada, esta solo se movió debido a los empujones de su compañera. El viejo avanzó como si no sucediera nada dando pasos ligeros tras de ellas.

─Perdón, no quería decir nada. Solo que hace tanto tiempo que no veo una de esas. Deben ser de un dragón joven.─ El viejo agito la cabeza. ─Otra vez hablando de más.

El viejo apretó los labios cómicamente, como queriendo evitar que su boca se moviera por cuenta propia.

─¿De dónde es?─ Preguntó la joven con timidez.

Rexa clavó la mirada sobre ella, pidiendo que se callara.

─¿De dónde soy? Buena pregunta.─ El viejo esperó demasiado para dar su respuesta. ─Vengo de Anaztra hacia el oeste ¿Lo conocen?

─No.─ Dijo Elari, a lo que el viejo soltó una ligera sonrisa. ─Pero he leído de ese lugar.

El anciano dejo ver una mueca de decepción a pesar de su mejor esfuerzo por ocultarlo.

─Que bueno. No tiene nada de especial. La gente tiende a tomarse las cosas muy en serio ¿Ustedes de dónde vienen?

─De Trogunda.─ Rexa contestó tajante para que Elari no fuera a cometer un error. 

        La chica le contestó con una mirada de “ya lo se”.

─No quiero molestarlas. Las dejaré continuar con su camino. Pero niña ten cuidado con esas… porque no son posesiones bien vistas por estas partes.─ El anciano tomó el borde del frente de su sombrero e inclinó la cabeza. ─Además siguen ustedes.

Ni Rexa ni Elari se habían percatado de lo mucho que avanzó la fila mientras prestaban atención al anciano. Un guardia con un peto metálico ropa abultada y anaranjada las llamó para que avanzaran.

─¿De dónde vienen?─ Dijo sin rodeos.

─Trogunda.─ respondió Rexa con amabilidad.

─¿A dónde se dirigen?

─A Totenxia.

─Motivo.

─Tenemos familia allá.

─¿Y la chica por qué no habla?─ El guardia fijó los ojos en ella.

─Es callada, no habla mucho desde que murieron nuestros padres.─ Rexa intentó interponerse entre el hombre y Elari.

─¿A qué vienen a Libula?─ El guardia dirigió su pregunta directamente a la chica.

─Venimos a ver… Vamos camino a… a Totenxia para ver a nuestra familia.─ Elari contestó nerviosa.

─Abre el tachil niña.─ El hombre llamó a más guardias.

Tres guardias se acercaron. Elari abrazaba el tachil nerviosa. El guardia extendió una mano para tomar a la chica, Rexa reaccionó al instante y lo tomó por la muñeca con fuerza. Elari permanecía inmóvil en su interior el caos comenzaba a acumularse. Las emociones no le permitían pensar con claridad. Sus pies firmes sobre la tierra como un árbol que ha echado raíces. El corazón golpeando contra la caja torácica. La respiración agitada. No entendía el porque mas lo entendiera o no, la impotencia abrazaba su cuerpo susurrando que nadie evitaría que le quitaran lo poco que tenía.

─No hay necesidad de ponerle las manos encima. Solo esta nerviosa.─ Rexa escondía la amenaza en su voz tanto como le fue posible.

─Suéltame o las dos pasarán la noche en las celdas.─ El guardia a su vez, ocultaba el dolor con trabajo.

Rexa apretó más fuerte antes de soltar la muñeca. El guardia soltó un chillido mudo. En ese instante otro de los guardias le arrebató, de las manos, el tachil a Elari. No hubo tiempo de reaccionar cuando este ya lo estaba volteando sobre el lodo. La ropa, las raciones, pero lo peor fue que también cayeron el frasco y el libro manchándose de lodo. Elari tomó el frasco junto con el libro y los abrazó con fuerza. Uno de los guardias revisó sus posesiones moviéndolas con la punta lodosa de la bota. Rexa iba a reaccionar pero el tercer guardia la miró dejando claro que esperaba la mínima excusa para arrestarles. Un cuarto uniformado mantuvo su distancia observando sin pronunciar palabra.

─Niña dame lo que tienes ahí.

─Solo… Solo no lo tire al piso.─ Dijo esta con lagrimas en los ojos.

El guardia tomó el frasco y el libro con un poco de vergüenza. Hojeo el libro, lo agitó violentamente y se lo devolvió de mala gana. Revisó el frasco, miró el contenido con extrañeza, lo volteó y entonces entendió.

─Este frasco tiene runas ¿Qué hace?

─Conserva las plantas y hierbas que se guarden dentro. Me lo dio una amiga de Niflhem.─ Elari se arrepintió de sus palabras en cuanto salieron. 

─Niflhem, con razón. Oye Roy ¿viste esto? Ya quisiera yo poder pagar esta calidad de trabajo.─ El guardia llamó la atención del tercero.

─¿Y cómo lo pagaron ellas?─ De los cuatro Roy era el peor encarado. Su piel curtida por el sol. Heridas en el rostro revelaban que se metía en más de un problema que nada tenía que ver con espadas o cuchillos. El aliento alcohólico tampoco ayudaba.

─Ya dijo que se lo regaló una amiga y sabe de dónde viene.─ El guardia habló un poco más tranquilo. Entonces se frotó la muñeca. ─Tienes razón, a ver niña voltea tus bolsillos.

En ese momento el viejo se atravesó entre la chica y el guardia empujando a los dos. Este cayó de rodillas, el húmedo sonido del fango desplazando por su cuerpo llamó corto la tensión.

─Una disculpa, mis huesos son viejos y me cuesta caminar en el fango.─ El anciano tomó a la chica del antebrazo para levantarse con gran esfuerzo.

─¡Espera tu turno como los demás!─ Roy le dio un empujón al anciano.

Este cayó hacia atrás, pero entre el guardia con la muñeca adolorida y Elari lo sostuvieron antes de que se derrumbara.

─Roy ¿Cuántas veces debo decirte que no causes problemas?─ El cuarto guardia lo detuvo y lo echó hacia atrás.

─Tarent ya dejalas pasar, solo están asustadas.─ Ordenó el guardia.

─¿Y qué hay del viejo?─ Preguntó Tarent sobando su muñeca.

─Hazle las preguntas pero no lo vayas a maltratar. Recuerda que buscamos traficantes no niñas y viejitos─ El guardia de mayor jerarquía se llevó a Roy a empujones.

─Pueden pasar pero no vayas a causar problemas.─ Tarent dirigió sus palabras a Rexa.

Elari recogió torpemente sus cosas con ayuda de Rexa la cual acumuló todo en brazos para seguir con su camino. Elari tomó con fuerza su libro y frasco, dejando derramar sus lágrimas sobre el lodo. En su vida había experimentado tal frustración. La impotencia cuando alguien puede invadir tu espacio y no hay nada que puedas hacer para evitarlo. Elari quedaría marcada por ese momento más de lo que ella sabía. Mientras pasaron el punto de control escucharon cómo al viejo le hacían las mismas preguntas. Ninguna de las dos voltearon para dar las gracias por miedo, mas una deuda habría que saldar.


Libula era una pequeña ciudad o un pueblo grande, dependiendo de donde te traía la vida. El muro que separaba al poblado del resto del mundo había sido hecho de un material fuerte y resistente como lo mencionaban las leyendas de batallas contra bestias e invasores. Este estaba bien mantenido, pintado de un suave beige como la mayoría de las casas y locales del lugar. Los techos eran de teja roja, mientras que los caminos estaban decorados con piedras, rojizas, grises y marrón. Estos estaban perfectamente pulidos y lisos. Con la cantidad de gente que recorría las calles uno podría pensar si se debía al desgaste o al buen mantenimiento. Este pequeño gran lugar estaba construido en una loma de tal manera que al entrar a la ciudad esta parecía abrazarte en bienvenida. Al entrar te recibía una fuente cuidadosamente labrada con detalles ornamentales y las calles del rededor bajaban hacia la plaza central.

Pero Elari no se fijo en los detalles cuidadosamente tallados alrededor, ni siquiera prestó atención al griffin que escupía un delgado hilo de agua a través de su afilado pico. Tampoco la impresionaron las alas que se formaban por chisguetes de agua. Solo una cosa atrapó su atención: la pequeña placa que reposaba en la parte inferior de la fuente. En especificó la palabra Niflhem. Se acercó para leer el mensaje: “Para nuestros amigos y clientes de Libula. Que este símbolo les traiga prosperidad y paz. Atentamente los artistas de Niflhem.” La chica se sentó a la orilla de la fuente y miró hacia afuera del poblado con nostalgia. Por un instante se preguntó si algún día recuperaría lo que había dejado en ese carromato.

─Vamos. Hay que encontrar el transporte a Totenxia antes de que anochezca.─ Rexa la tomó por el brazo.

─¡Señorita!

Ninguna pensó que se referían a ellas, entonces una fría mano tomó a Rexa por sorpresa. La mujer sintió una ola de energía por el cuerpo. Ágilmente movió su mano para tomarla e inhabilitar al dueño. Antes de que la pudiera tocar esta ya había desaparecido.

─Una disculpa, no pretendía molestar y no tengo intención de terminar como el guardia.─ El viejo de la piel pálida hablaba velozmente.─ Sabías que lo mandaron a descansar después de lo mucho que se le inflamó la muñeca. Parecía que le estaba creciendo una jimonata de lo roja e inflamada que le quedó.

─¿Qué quieres?─ Dijo Rexa con menos hostilidad.

─Solo devolverles esto.─ El viejo extendió el brazo con sigilo abriendo ligeramente la palma para revelar las escamas de dragón.

Elari las tomó rápidamente y las escondió en su bolsillo mirando alrededor con temor.

─Te puedo asegurar que están todas ahí. Aunque no puedo negar que sí me sentí tentado a tomar una por la molestia…

Elari sostuvo una entre su pulgar e índice por dentro del bolsillo.

─Si quiere puede quedarse con…

─No pequeña. Veras las escamas de dragón son especiales. Uno las puede tomar a la fuerza y conservan mucho de su poder. Yo conozco gente que las utiliza para dar poder a su magia y crear cosas…

Rexa lo miró con los ojos bien abiertos. La mujer tuvo que detener los instintos que habían sido programados con años de entrenamiento y tortura.

─Quizás no debí hablar tanto.─ Miró a la mujer con temor. La voz del anciano se tornó más grave y distante, su acento más pronunciado por el estrés y entonces Rexa supo que lo que presentía era cierto. ─ Si un dragón te las da por voluntad propia estas conservan otro tipo de poder. Estas escamas claramente fueron un regalo para ti.

Por más que lo intentó Rexa no pudo contener la intensidad de su mirada. A su vez el viejo no pudo soportar el peso de la misma.

─Gracias.─ Dijo la chica sintiendo su corazón ligeramente menos nostálgico.

─Yo creo que es hora de irme. He visto esa mirada antes y no trae nada bueno.─ El viejo no esperó respuesta, se tapó la boca y se fue.

─¿Cómo se llama?─ Preguntó Elari.

─Tonto, tarado, ya sabes que no debes de hablar de eso...─ Escucharon las dos mientras el viejo se perdía entre la multitud.

─No tenías que ser tan grosera.─ Le reclamó la chica.

─¿Qué?─ Rexa regresaba de un trance.

─Él nos ayudó. Si no fuera por el anciano estaríamos en una celda.

─Si tienes razón y es gracias a eso que pude contenerme. Lo que me preocupa es que eres un imán para seres peligrosos. Si seguimos topándonos con el uno en el millón no sé cómo escaparemos.


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