La pequeña ciudad rebosaba de gente de un lado a otro. La gente cruzaba cargando palos, telas, cajas y decoraciones en una misma dirección. El contagio de alegría era palpable. Un hombre amodorrado salió de casa para encontrarse con cinco personas deseándole un buen día, dos chicas le sonrieron y una anciana que le gritó para animarlo, este no había dado un paso cuando la flojera había abandonado su cuerpo para hacer lugar a la energía. El flujo de la gente constaba de más razas, colores y formas de las que Elari había visto en su vida. Incluso una curiosa viejecilla corría a toda velocidad con una cesta llena de plantas, cuando una cayó al suelo, esta se levantó, sacudió y corrió detrás de la anciana impulsada con sus raíces como pequeñas piernas.
─¡Apúrate Margarita que vamos a llegar tarde! ─ Le gritó la anciana.
Antes no fue capaz de absorber todo lo que le rodeaba, incómoda, molesta y violentada, era difícil aceptar el aire de alegría. Pero ahora la chica maravillada por su entornó hizo todo a un lado y se quedó con una mano estirada apuntando hacia la viejecilla y la planta que la seguía detrás. Rexa con discreción empujó el brazo de la chica hacia el costado.
─Intenta no llamar la atención.─ Rexa advirtió.
─Pero… era una planta corriendo.─ Elari dijo más incrédula por la normalidad de su acompañante que la fantástica criatura.
─Una vez que sales de tu burbuja te encuentras con un mundo lleno de cosas inesperadas, pero si te quedas boquiabierta cada vez que eso suceda, alguien se aprovechara de tu inocencia.─ Rexa no quiso ser severa, sin embargo, lo fue.
Con la mirada gacha Elari siguió a Rexa por las calles de la ciudad. Era evidente que la mujer conocía el lugar, lo cual levantó algunas preguntas en la chica, mas decidió guardarlas. Entre más avanzaban, más claro era que algo sucedía en ese lugar, a pesar de ello, no se pararon a preguntar. Rexa caminaba con pasos seguros, leyendo los letreros de la zona comercial por la que caminaban. Mientras tanto, Elari ya había olvidado la reprimenda y miraba el entorno con gran curiosidad. Pasaron dos cuadras cuando Rexa se detuvo. Elari leyó “Nube, posada para viajeros.” El lugar no era ostentoso, pero tampoco era de mala muerte. Ambas entraron hasta el mostrador, ahí un Twarek estaba haciendo cuentas a toda velocidad. El pequeño hombre se veía viejo y en su barba solo había un lunar de pelo negro, mientras el resto era blanca.
─Buenas tardes.─ Rexa dijo amablemente.
─Si buscan un cuarto, no tengo disponibles, estamos a tope por el festival.─ El twarek habló con rapidez.
─¿Qué festival?─ Elarí dejó escapar.
El twarek la miró con mal humor, pero al encontrarse con el rostro jovial y alegre de la chica, este cambió de parecer.
─El festival de las cuatro rutas. En Libula celebramos cuando por fin abrimos los caminos al comercio y nuestro humilde pueblo se convirtió en este hermoso lugar que ven ahora.─ El viejo twarek dijo con mucha pasión. ─Lamento no ser más cordial con ustedes, pero tengo mucho que hacer, adiós.
Rexa sacó a Elari de ahí antes de que tuviera oportunidad de hacer más preguntas. Esta vez ni siquiera la regañó, solo siguió caminando con la muñeca de la chica firmemente sostenida para que no se quedara atrás. Más adelante en una esquina Rexa se detuvo. Era un callejón oscuro que no llamaba la atención, la luz estaba cubierta por toldos de tela fijados de una construcción a la otra, al final unas escaleras bajaban a un piso subterráneo y un único letrero leía: “Deneres” acompañado por una rata comiendo a una víbora. La mujer miró alrededor, tomando nota de cada detalle para poder encontrar el lugar más tarde.
Después de eso, ambas pasaron de posada en posada buscando habitación. En cada uno de los lugares las recibieron con la misma noticia. Dos veces tuvieron que regresar a la entrada para tomar otro camino sin perderse, pero no hubo éxito alguno. Elari no se quejó, ya que el entorno estaba lleno de cosas nuevas. Al regreso de la segunda vuelta se percato de un ruido peculiar, el sonido de algo rodando contra piedras, o al menos eso parecía, esto sucedía con cierta regularidad, más nadie le prestaba atención.
A la tercera vuelta se encontraron con un pequeño lugar atendido por un lief y una joven ratha, el lief era alto y delgado, cómo la mayoría de su raza, lo cual acentuaba los colmillos pronunciados y ojos afilados de la ratha. Era joven, tal vez unos veinte años, mientras que el lief aparentaba los cuarenta, sin embargo, era difícil distinguir con ellos, ya que su parte élfica los hacía propensos a vivir más allá de los cien años. Elari recordó a Eri y a su familia, la nostalgia la absorbió entre sus brazos. Mientras que Rexa discutía con el dueño.
─Son siete tenas, no aceptamos otro tipo de moneda.─ Repitió el hombre.
─No tengo tenas, le doy una plata y se queda con el cambio o un dracla de Nifhlem.─ Rexa dijo poniendo la tira de plata con el estampado oficial de Anteva mientras sostenía la otra moneda frente a él.
─No, en Libula nuestra moneda son los tenas, alas y ocklos, no voy a aceptar otra cosa.─ Se mantuvo firme.
─Con razón tienen habitaciones libres.─ Rexa mordaz.
─Ya papá, te lo dijo el consejo, no puedes seguir demandando una única moneda cuando somos un punto de comercio.─ La hija lo jaló de la manga.
─Puedo y lo haré, tu madre trabajó muy duro en estos diseños como para que no se utilicen.
─Mamá ya no está, nosotros tenemos muchas más de sus obras que unas monedas…
─Creo que hemos llegado en un momento que preferirían tratar en privado, yo les dejo la plata y ustedes nos muestran nuestra habitación. Así pueden continuar con su discusión.─ Rexa insistió aprovechando la debilidad del momento.
En cambio Elari quedó un poco decepcionada de no escuchar más.
─Si, por aquí.─ La ratha les mostró la escalera detrás del mostrador.
Subieron al tercer piso donde una única puerta las recibió. La chica abrió la habitación, le entregó la llave a Rexa.
─La cocina abre con el primer sol y cierra a los seis toques de la noche. Tenemos dos platillos por comida, esto no está incluido en la cuenta. Si quieren comer les pido me paguen a mi para evitar discusiones.─ Dijo un poco apenada.
La chica desapareció por las escaleras. Rexa dejó el tachil detrás de la puerta, mientras Elari aventó el suyo a un costado de la cama. La mujer puso mala cara, tanto así que Elari sintió navajas en la nuca. Sin siquiera voltear levantó el tachil y lo acomodó junto al de ella. La habitación era grande pero poco decorada, el techo descendía conforme avanzabas reduciendo un poco el espacio hasta llegar a una ventana que sobresalía de la construcción. Junto a la ventana una cama estaba arrinconada, la otra estaba puesta a un costado de la puerta. Además de las camas y una alfombra circular, también tenían una pequeña mesa redonda con dos sillas y un baño con una regadera de cristal de agua.
─Me voy a dar un baño, tú quédate en la habitación.─ Dijo Rexa agotada.
─Pero…
─Nada de peros, te quedas en la habitación.─ Rexa entró al baño sin decir más.
Del tachil Elari saco un poco de carne seca que les había dado Jakul, pan y queso; comió recostada en la cama junto a la ventana. El bullicio entraba desde la calle. Elari se levantó para ver que sucedía, hasta ahora no había visto donde sería el festival y tenía muchas ganas de conocer más de la ciudad, en cambio se encontró con algo que la maravillo más. En dirección opuesta a la entrada de la ciudad un gran edificio decorado elegantemente llamaba la atención al instante, mas detrás de esta había cuatro túneles visibles. De pronto vio una criatura entrar por uno de ellos a la cual le siguieron cuatro cabinas, se quedó mirando con mucha atención y entonces de otro de los túneles salió otra de esas criaturas jalando cuatro cabinas más. Sin embargo, Elari no estaba lo suficientemente cerca como para poder distinguir de qué se trataba.
El sonido del agua se apagó. El escándalo de la gente de fiesta se incrementó, luces de todos colores iluminaban una zona no muy lejos de los túneles, la gente caminaba por la calle con tranquilidad, mas Elari se mantuvo concentrada en distinguir qué era lo que entraba y salía de esos túneles. Rexa abrió la puerta del baño.
─¿Qué es eso de allá?─ Preguntó la chica apuntando a la distancia por la ventana.
─¿De qué hablas? Rexa se acercó a la ventana.
La mujer cargaba una toalla que le cubría desde la cintura hasta debajo de las rodillas. Su falta de pudor era sorprendente, pero más aún eran las cicatrices que tenía en la espalda. Cada una era distinta, algunas eran delgadas líneas blancas, mientras otras eran más anchas, incluso tenía otras con forma irregular, aunque, la peor era una quemada que le cubría la parte inferior derecha de la espalda y se extendía hasta el abdomen. La mirada de Elari quedó fijada sobre cada detalle.
─¡Ah! Eso son los Cruldillos, son como roedores gigantes que se hacen bola, los utilizan para viajar por dentro de la montaña. Ya mañana lo veras, bueno si podemos conseguir boletos, porque son caros y al parecer hay mucha demanda en esta época.─ Rexa no le dio mucha importancia.
No hubo respuesta de parte de la chica. Esta miraba tímidamente las cicatrices, de las cuales ahora se daba cuenta que se extendieron hasta el busto y abdomen, pero en menor medida. Rexa era una mujer con músculos marcados y esbelta, las cicatrices parecían desentonar en un cuerpo con tanta dedicación. Esta se percató de la mirada de la chica, tomó su ropa del tachil y entró al baño a cambiarse. Elari arrepentida no supo qué decir, entonces decidió que lo mejor sería respetar su privacidad, al menos por ahora. Las preguntas comenzaron a desbordar la presa de la curiosidad de la chica.
Una vez vestida la mujer salió del baño, exhaló, tomó un montón de dinero del tachil y abrió la puerta de la habitación. La chica brincó fuera de la cama para seguir a su acompañante, sin embargo, se encontró con la palma de esta en alto.
─¡Tú te quedas!─ Al tiempo que Rexa sacaba el pecho, mostrando que no cambiaría de opinión.
─¡Pero el festival!─ Reclamó cual chiquilla.
─No vas. Voy a salir a recopilar información, si estás conmigo me verán débil.─ La mujer bajó el brazo, pero se mantuvo firme. ─Ni se te ocurra salir, bajaré y pediré que te suban un plato de comida ¡Elari, no estoy bromeando! Te quedarás en la habitación hasta que vuelva.
La confirmación no llegó. Entonces Rexa bajo la mirada con impaciencia y la volvía a subir con cargada. La chica se hizo para atrás por puro instinto, recobró la compostura con dificultad antes de decir una sola palabra.
─¿No querrás decir Alix?─ Elari la intentó tomar por sorpresa, pero a esta no le causó gracia. Elari no escondió su mala cara al responder. ─Está bien.
Rexa cerró la puerta y le echó llave. “Vaya voto de confianza” Pensó Elaria. “Débil dice, yo no soy débil.” Esta sacó el frasco junto con el libro del tachil, ambos seguían sucios por haber sido tirados en el lodo, con mucho cuidado los limpió, en especial el libro para no arruinar las ilustraciones, el texto, pero sobre todo el mensaje de Eri. Una vez quedó, entró al baño para ducharse. Le impresionó el tamaño del cristal y al encenderlo este fluyó constantemente con una temperatura perfecta. La chica nunca había visto uno de tan buena calidad, al menos no tan grande. Tomó un baño para relajarse, al terminar se vistió rápidamente y comenzó a leer el regalo de su amiga.
De pronto tocaron a la puerta tres veces. La cerradura giró y la ratha abrió la puerta con dificultad. Esta cargaba una charola con caldo, un trozo de carne, pan y queso. Elari se levantó de la cama invitando a la chica a pasar. Esta obedeció, caminó hasta la mesa para dejar la charola.
─Subo en un rato por ella.─ Mientras daba una pequeña reverencia con la cabeza.
─Espera ¿Cómo te llamas?─ Elari extendió una mano para que esta no saliera de la habitación.
─Miugi ¿Tú?
─Alix.─ El nombre cargaba un peso para el que no estaba preparada. ─¿Qué te parece si me haces compañía?
Miugi lo pensó por un momento, pero antes de que se pudiera negar Alix interrumpió.
─Vamos, no me gusta cenar sola.─ Insistió la chica.
─Esta bien.
Alix se sentó en una de las sillas e invitó a la ratha a que hiciera lo mismo. Un poco reticente la chica aceptó, tomó su asiento y se quedó en silencio con las manos sobre el regazo.
─¿Siempre has vivido en Libula?─ Dando un bocado de una rebanada de carne, con pan y queso.
─Si, nací aquí, aunque mis padres emigraron del oeste. No se exactamente de donde, a papá no le gusta hablar de eso.─ Respondió nerviosa.
─Es difícil dejar tu hogar.─ La nostalgia presente en su tono.
─¿Tú también abandonaste tu hogar? ¿De dónde vienen?
─Venimos de… Trogunda.─ Elari entregó control a su alter ego.
─¿Por qué se fueron?
─Mi hermana y yo perdimos a nuestros padres.─ Alix dijo tajante.
─Lo lamento, fui muy entrometida.
─No es eso, solo es difícil recordarlo.─ Alix repasó la historia mentalmente. ─¿Dónde es el festival?
─Está a unas cuadras de la estación de Cruldillos. De hecho puedes ver las luces desde aquí. Papá me dio permiso de ir al terminar con tus platos, todos nuestros clientes están fuera, bueno casi todos.─ Miugi se veía alegre de salir lo que llamó más la atención de Alix.
─¿Qué tal si voy contigo?
─No, pero tu hermana dijo que debías quedarte en la habitación.─ La ratha se puso nerviosa.
─Eso es porque estoy sola en esta ciudad, pero estaría yendo contigo.─ Alix intentó convencerla.
─No puedo.
─Vamos, nunca has querido revelarte ante tu papá.─ Alix le dio al clavo.
La luz artificial de la habitación iluminó un único hoyuelo en el rostro de la ratha. Sin embargo, esta agitó la cabeza y miró con seriedad a la chica que tenía enfrente.
─Está bien, pero no te vas a despegar de mí!
Por un instante Alix pensó que tendría que quedarse encerrada, ahora que esa posibilidad desaparecía estaba dispuesta a aceptar lo que fuera. Agito la cabeza frenéticamente en respuesta. De inmediato se comió todo con tal rapidez que dejó a Miugi sin palabras.
─Despacio que te vas a ahogar.
Aún con un bocado lleno le entregó la charola a la chica, mientras masticaba, el caldo, la carne, el pan y el queso juntos. Miugi se levantó con la charola en manos.
─Espera quince minutos, te veo en la parte de atrás. Bajando las escaleras a la izquierda. Que no te vea mi papá.─ Lo último que vio antes de cerrar la puerta fue a Alix pegándose en el pecho para pasar el tremendo bocado. Una pequeña risa se le escapó.
En el callejón no había bullicio, aún los más ebrios aceleraban el paso para no detenerse ahí. La luz de la calle posterior iluminaban los rojizos rizos de Rexa. El letrero estaba tallado en un pedazo de madera viejo y algo podrido, una de las cadenas se había roto y colgaba precariamente del eslabón abierto, pero ni las letras ni las malas condiciones de este llamaron su atención, en cambio era la rata lo que la hacía sentir intranquila. Rexa tomó la capucha de la capa y se cubrió el cabello con cuidado. Al abrir la puerta de la taberna se encontró exactamente con lo que esperaba.
Comments
Post a Comment